viernes, 21 de diciembre de 2012

Un viaje inesperado.

¡Hola, camaradas!
¡Ah! Hace tiempo quería criticar alguna película pero no veía la ocasión de hacerlo. Esta situación llegó a su fin el miércoles pasado, por la tarde, cuando fuí a ver "El Hobbit: Un Viaje Inesperado".

Mira que profesional se ha vuelto Platov. ¡Ya cuelga imágenes!


Me encanta "El Hobbit".
Me refiero al libro. De todos los escritos por Tolkien es con el que más disfruto e, incluso, me parece mejor que "El Señor de los Anillos". ¿Por qué? Por ese aire a cuento infantil de toda la vida pero que puede ser leído tanto por niños como por adultos.
Esta fue una de las preguntas que me hice antes de entrar al cine: ¿conseguirá la película mantener ese feeling?

La respuesta: sí.
"Un viaje inesperado" mantiene ese aire de cuento de hadas que tanto me gusta. Los personajes, las canciones, la atmósfera de fantasía, todo está intacto en la película para que el espectador que haya leído el libro, y el que no, disfrute con la historia.
Claro está, Peter Jackson se ha tomado sus licencias. ¿Es eso bueno o malo? En mi opinión, creo que no es malo pero tampoco es bueno.
Me explicaré mejor: al igual que a la hora de adaptar ESDLA, pasar del papel a la gran pantalla una obra de tal calibre es harto complicado. No se puede contar todo pero tampoco hay que reducirlo todo ya que se correría el riesgo de simplificar la historia. Creo que esta fue una de las razones por las que el señor Jackson decidió partir el libro en tres partes. Sí, será una forma de sacarnos más los cuartos pero, gracias a ello, se ha conseguido contar la mayor parte posible de la historia.
Los personajes también están bien definidos. Al principio, cuando vi las primeras imágenes de la película, no me gustaba mucho el aspecto de alguno de los personajes como Thorin (creedme, Thorin es mi personaje favorito). Sin embargo, al verlos en movimiento, la cosa mejoró. Cada uno de los enanos tiene su propia personalidad, incluso más marcada que en el propio libro.
Ver al rey trasgo en pantalla fue una gran alegría: era tal y como me lo imaginaba cuando leía el libro.
Además, la mayoría de los diálogos son calcados del libro aunque algunos han sido adaptados para la película.


Pero toda obra de arte es imperfecta.
"El Hobbit" tiene algunas cosas que, sinceramente, no me gustaron demasiado. A nivel de historia, la presencia de Azog me parece metida con calzador.
Para el que no lo sepa, este personaje no aparece por ningún sitio en la novela. Si se quiere ver a este rey orco, hay que ir a los apéndices que acompañan a "El Retorno del Rey", donde se explica que este tipo se enfrentó a los enanos por el control de Moria. Creo que Jackson buscaba meter a un villano más dinámico que el propio Smaug, el cual no saldrá hasta las siguientes películas. Me parece un gran error.
Por cierto, su diseño me recordó al de Gotai del "Heroes V". ¿Coincidencia?


Arriba, Gotai, caudillo orco del "Heroes V: Tribes of the East".
Abajo, Azog tal y como sale en "El Hobbit: Un Viaje Inesperado".

Otro grave error lo encontramos a nivel tecnológico.
Me estoy refiriendo a eso de rodar la película en 48 fps. Sí, la sensación de movimiento es más fluida y todo eso pero hay momentos de la película en la que por culpa de esta tecnología la imagen se ve algo borrosa, lo que perjudica en demasía la visión de los espectaculares escenarios que pueblan el film.

En conclusión, "El Hobbit" es una buena película con sus defectos.
Si se quiere pasar un rato agradable lo mejor es olvidar en parte la historia del libro original y ver el largometraje como la versión de esta épica historia del director.

lunes, 17 de diciembre de 2012

En el nombre de Occidentia.

¡Hola, chicuelos!
Bienvenidos otra vez a "El Correo del Atamán", el único blog en el que no aparece ninguna ilustración y que, sin embargo, recibe fan arts.
¿Por qué digo esto?

Vereis, Fabián, gran colega mío y culpable de que me aficionase al rol, es un gran dibujante. Ahora está probando con Photoshop y no se le ha ocurrido otra cosa que, sabedor de la existencia de El Orbe, hacer este pequeño fotomontaje:
Un auténtico minuteman de Occidentia dispuesto a reventarle la cabeza a todo aquel que intente invadir su país.
¡Muchas gracias, Fabián! ¡Que el espíritu del Patriota Desconocido guíe tus disparos!

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Rey y León.

¡Hola, amantes de la historia!
Después de este largo paréntesis debido a circunstancias académicas, vamos a darle de lleno otra vez a todo lo relacionado con la historia de la humanidad.
El tema del post que vais a leer fue sugerido por Bretema. Hoy, vamos a conocer a una de las grandes figuras del siglo XVII: Gustavo Adolfo II de Suecia, el León del Norte.

Aviso: prohibido leer este post sin esta canción de fondo.


A inicios del siglo XVII, Suecia no era ni por asomo una gran potencia. Tan solo ocupaba un lugar importante en el norte de Europa gracias a sus contactos con la todopoderosa Liga Hanseática.
Sin embargo, esta situación cambió cuando el rey Carlos IX murió en 1611. Su hijo, Gustavo Adolfo, heredó la corona sueca a la edad de 16 años, siendo coronado en 1617 al cumplir la mayoría de edad.
El estado en el que el joven rey había heredado el trono era lamentable: Suecia estaba en una guerra interminable con Polonia debido a que su rey, Segismundo III, también era heredero directo al trono sueco. Además, a los daneses se les había metido entre ceja y ceja reconquistar los antiguos territorios suecos que pertenecieron en el pasado a la corona danesa. Sumadle a eso que el ejército sueco de principios del XVII era el más atrasado de Europa.
Pero Gustavo demostró ser una persona digna de su cargo. Había sido educado en el arte de la guerra desde pequeñito, lo que le reportó grandes conocimientos a nivel táctico y estratégico. Como dato curioso, también le gustaba la cultura clásica, pudiendo hablar y escribir perfectamente en latín y en griego.

Lo primero que hizo fue remodelar por completo el anquilosado ejército sueco, tomando el testigo de su padre, el cual intentó iniciar esta reforma. En esta época, el ejército sueco usaba el mismo sistema de tercios que el ejército español. Sin embargo, el paso del tiempo demostró que esta forma de hacer la guerra estaba ya obsoleta. Padre e hijo se fijaron en el sistema holandés de combate, el cual aprovechaba mejor las nuevas tecnologías militares de la época: creación de milicias, tácticas de artillería avanzadas, nuevos tipos de formaciones, etc. Así, cuando Gustavo heredó el trono, envió a sus mejores generales a Holanda para aprender estas nuevas técnicas, así como compró armamento y mercenarios al país de los tulipanes.

La primera gran prueba para nuestro protagonista fue la guerra contra Polonia.
No quiero pararme a contar batalla por batalla así que lo haremos rápido. Dejando al lado el hecho de que el rey polaco podía optar a heredar el trono sueco, Gustavo convirtió esta guerra en una lucha entre protestantes y católicos. Aislar a Polonia era fundamental y parecía que la cosa iba a funcionar ya que el nuevo ejército sueco era imparable. Por desgracia, Danzig jamás cayó a manos suecas por lo que la guerra no fue un triunfo aplastante. Lo peor llegó cuando el Sacro Imperio envió tropas para ayudar a las ciudades polacas católicas que habían sido asediadas por los suecos.
Como veis, esta fue la antesala de la Guerra de los Treinta Años.

Suecia formaría parte del bando protestante en esta guerra interminable en el año 1628.
No obstante, Gustavo ya visitó Alemania en 1620 para casarse. Su estancia en este país fue la piedra de toque para sus reformas militares. A su vuelta a Suecia, Gustavo redujo el número de soldados de una compañía a 150 y publicó sus "Artículos de Guerra" para acabar de una vez con la indisciplina que campaba a sus anchas por el ejército sueco.
Tras las conquistas de los principados alemanes protestantes por parte de los católicos alemanes, Gustavo decidió que ya era hora de darle una lección a los Habsburgo. Se alió con estos principados y con algunos de los enemigos de la corona hispano-alemana en Europa. Pasmáos, pues Suecia recibió ayuda económica en 1629 del mismísimo cardenal Richelieu.

El 25 de junio de 1630, Gustavo desembarca en Alemania. Cuenta la leyenda que el mismo día en que ocurrió esto las nubes se transformaron en guerreros que luchaban en encarnizadas batallas y que los niños que nacieron en ese momento lo hicieron con graves malformaciones.
Aunque esto sea más bien producto de la imaginación, no es de extrañar que la llegada de Gustavo a Alemania supuso un gran cambio en la guerra. El avance sueco era imparable.
Sería en la batalla de Breitenfeld, el 7 de septiembre de 1631, donde Suecia demostraría su nueva capacidad armamentística, aniquilando al ejército católico y abriendo las puertas del país al rey sueco.
En 1632, Gustavo controlaba todo el curso del Danubio a su paso por Alemania. Estas conquistas imparables fueron las que le dieron el apodo del "León del Norte".

Sin embargo, Gustavo encontró la horma de su zapato en Albrecht von Wallenstein, el mejor mariscal con el que los ejércitos imperiales podían contar. Nuestro protagonista, como buen estratega, sabía que debía de tomarse a este personaje muy en serio. En la batalla de Nuremberg, Gustavo conoció su primera derrota a manos de este gran militar al no poder acabar con los campamentos que los alemanes habían levantado alrededor de esta ciudad. Para colmo, Wallenstein se las ingenió para cortarle la retirada a los suecos invadiendo a Sajonia, uno de los estados aliados con Gustavo.

El fin llegaría en la batalla de Lützen, el 22 de junio de 1634.
Aunque el ejército sueco ganó esta batalla, Gustavo no pudo ver la victoria de sus hombres. El "León del Norte" hacía gala de su epíteto: valiente y decidido, siempre quería estar en primera línea de combate. Otra de sus máximas era que ninguno de sus hombres sería abandonado si él podía ayudarlo. Esa fue su perdición. Viendo que una de sus compañías de infantería estaba demasiado expuesta al enemigo, decidió liderar una carga de caballería para protegerla. Sin embargo, al ir en la punta de la carga, era un blanco demasiado fácil para un buen tirador. Un disparo le atravesó el brazo, otro hirió a su caballo y un tercero le acertó en la espalda, cayendo de su montura y siendo arrastrado por esta unos metros al quedarse uno de sus pies enganchado en un estribo.

El león había sido cazado pero su rugido siguió oyéndose a lo largo de los siglos.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Ella existió.

Hay que ver como son las cosas.

Resulta que esta mañana leo un post de Rata sobre el casual parecido de una actriz con uno de sus personajes: Makoto, nuestra japonesa virtual favorita.

Pues me meto en mi perfil de Facebook y en uno de los grupos sobre steampunk a los que estoy apuntado, va y me sale esta imagen:



No se porqué pero me recuerda a alguien.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Diplomacia.

¡Hola, personas humanas!
Aquí os dejo un relatillo. Abajo os explicaré algunas cosas interesantes sobre este.

La Horda Polar.
Uno de los más grandes imperios que pueblan la faz de Verne, donde los hombres son duros, las mujeres son duras y los niños están en pleno proceso de endurecimiento. El frío perpetuo no ayuda a que los habitantes de esta región tengan una vida plena y llena de alegrías así que solo queda una salida: vencer a la adversidad aunque no se tengan fuerzas para ello. Pero existe alguien en este reino más duro que todos sus habitantes juntos. Viajando hacia la capital, Polyarnyygrad, y recorriendo el camino recto de la suntuosa y amplia Avenida de los Zares llegamos hasta el Palacio Helado, sede de este peculiar personaje: Ekaterina I, zarina de la Horda Polar. Esta joven de dieciocho años heredó el reino a edad tan temprana después de que su padre, el zar Alexis, muriera sofocando una revuelta de campesinos en los confines del imperio. Su carácter es... Bueno... Ha sido catalogada por todos los periódicos extranjeros como “la hija de la diosa del Inframundo”.

En una tarde de otoño, frío como solo puede ser en los territorios de la Horda Polar, nos encontramos a nuestra pelirroja protagonista sentada en su escritorio. A un lado, una pila de papeles donde aparecen los nombres de aquellos que, según el Servicio de Seguridad, buscan traicionar a la jovencísima soberana. Al otro, dos sellos: uno rojo y otro azul. Pobre de aquel cuya hoja sea impregnada con la tinta roja pues pronto podrá ver el rostro oculto tras la máscara de gas del Dios de la Muerte.
Ekaterina coge el primer papel de la pila. “Mikhail Konstantinov”, pone en el margen superior de la hoja, escrito a máquina. Debajo, los cargos: “líder de una célula de intelectuales igualitaristas que desean el derrocamiento de Su Alteza Imperial”. Con una delicadeza digna de una bailarina del Ballet Imperial de las Estepas, la zarina coge uno de los sellos y lo estampa al lado del nombre del acusado. Suerte para él ya que, en un alarde de humanidad y compasión sin precedentes, nuestra protagonista ha elegido el sello azul. El señor Konstantinov se ha salvado de conocer al Ejecutor en persona y tan solo tendrá que servir al esfuerzo industrial de tan gloriosa nación, durante 20 años, en las minas de sal de la gélida región de Yokutva.

Tras varias horas, la tarea de decidir quien vive y quien muere se ve interrumpida cuando alguien llama a la puerta del despacho de nuestra ilustre protagonista.
-¡Entre!- dice Ekaterina. Como se puede comprobar no es una sugerencia, es una orden.
La puerta se abre lentamente pero con decisión. Tras ella, aparece un hombre. Bien vestido, parece que haya superado la cincuentena. Las ojeras debajo de sus órganos visuales son el resultado de largas noches de privación del sueño. Tan grandes como sus cejas o como su barriga, la cual haría volar por los aires, tarde o temprano, los botones de su chaleco. El Primer Ministro Andrej Baturin en todo su esplendor.
-¡Ah, Baturin! ¿Ocurre algo?-preguntó la zarina, levantando la vista de los papeles-¿Alguna manifestación de igualitaristas? ¿Es una manifestación, verdad? Lance a la Guardia del Oso contra los asistentes, así se callarán.
-Eh... No, su Excelencia-dijo el hombre-Vengo a recordarle que mañana es el viaje hacia la capital del Imperio de Su Majestad.
-¡¿Qué?!-gritó Ekaterina-¿Por qué debo de ir a ese sitio?
-¿No recuerda?-Baturin estaba visiblemente nervioso-Debemos firmar los acuerdos de paz para poner fin a la Guerra por Vishnia. Ya sabe: el Imperio dejó de hostigarnos a cambio de darnos una pequeña franja del territorio.
-¿Cómo de pequeña?
-Eh... Pues...
-¿Sí?-la zarina se había levantado del escritorio y se había acercado al Primer Ministro, mirándolo con sus fríos e inquietantes ojos azul hielo.
-Las montañas de Sherpalia, su Excelencia.
-¡¿Qué?! ¡¿Cómo?! ¡Ellos se quedan con lo mejor y a mí me toca un trozo de tierra baldía! ¡Un montón de montañas llenas de yetis piojosos!
-Bueno, verá, los sherpalíes son expertos montañeses y rastreadores y creo que serían una buena adquisición para nuestros ejércitos.
-¿”Nuestros”, Baturin?
-Esto... Quise decir “sus ejércitos”, Excelencia.
-¡Ah! Pensaba...-Ekaterina se puso a mirar a través de la ventana. Las calles estaban llenas de gente o eso parecía: la lejanía del palacio imperial de las calles hacía que los transeúntes parecieran hormigas- Hmmmm... Tal vez sea una buena “adquisición”, como usted dice, pero pienso renegociar. Quiero una salida al mar Interior y la tendré.
-¿Cree que sería buena idea, Excelencia?-preguntó Baturin.
-Si Alexandra no me hace caso, pagará las consecuencias. Soy la comandante suprema del ejército más grande de todo Verne y si tengo que aliarme con esos imbéciles de Losange para conseguir mis objetivos... En fin... Lo haré.
Ekaterina se acercó al terminal de interfono de su despacho: “¡Anushka!”
Una voz de mujer se oyó al otro lado de la línea: “¿Sí, su Excelencia?”- Anushka era la sirviente y gobernanta de Ekaterina. Una mujer de unos cuarenta años cuya familia siempre había sido la sirviente de los zares desde la creación de la Horda Polar.
-Prepara mi equipaje y mi traje de gala. Mañana partimos hacia el Imperio.
-Como desee, su Excelencia.

El Imperio de Su Majestad.
El imperio más extenso de todo Verne. Más allá de cualquier mar u océano existe una posesión imperial. Todo ello gracias a siglos de conquistas y a la armada más avanzada de todo el mundo. La Era del Vapor ha traído una edad de oro al Imperio, sobre todo gracias a la labor incansable de su monarca: la reina Alexandra. Alexandra es la reina de reinas. Todo el mundo la admira, sobre todo por su carácter reformador y su cercanía al pueblo. Gracias a ella, el Parlamento Imperial ya es un órgano plenamente democrático y representantes de todos los pensamientos políticos pueden optar a un escaño.
Aunque claro, tiene también sus detractores. Bueno, su detractora: Ekaterina. La zarina no soporta a Alexandra ni en pintura. Tal vez sea por ese carácter tan amigable o porque el Imperio es el triple de grande que la Horda Polar, algo que nuestra protagonista no puede aceptar. Viajar solo para verle la cara a su mortal enemiga es algo que es superior a sus fuerzas pero renegociar los puntos del tratado que se va a firmar es una oportunidad de oro. Solo por eso, Ekaterina sería capaz de marchar hacia el mismísimo Inframundo. La codiciada salida de los territorios de la Horda hacia el mar Interior podría convertirse en realidad. Si este sueño se hiciese realidad, todas las naciones de Verne se arrodillarían ante el poder del imperio del norte.

El viaje en dirigible fue bastante tranquilo. Ni rastro de piratas aéreos en las zonas por donde pasaba. Claro que había que ser muy cenutrio para atacar el dirigible de la zarina. No solo por su ilustre ocupante sino porque iba armado hasta las cejas. Cualquier vehículo fabricado en la Horda Polar tiene un inconfundible aspecto militar. Hasta los tractores parecen tanques.
La máquina voladora llegó a Lionscourt, la capital del Imperio de Su Majestad. En la estación aérea de la ciudad estaba reunida una gran masa de gente: periodistas, fotógrafos, operarios de radio y el público curioso que se había acercado hasta allí para ver la llegada de la más joven emperatriz que haya conocido el mundo. En la plataforma donde iba a posarse el dirigible se encontraba la mismísima reina, acompañada por el Primer Ministro Osmond (fumando en su inseparable pipa) y escoltada por la Guardia Real.
El dirigible se posó con la gracia de un flamenco. Varios operarios de la estación se acercaron con una escalera para ayudar a bajar a los ocupantes de la nave pero, antes de que llegaran al lugar, tuvieron que dejarla a un lado porque de la propia puerta principal del dirigible se deplegó una escalinata de metal. Dos ayudas de cámara salieron del interior, desenrollando una alfombra roja hasta el lugar donde se encontraba Alexandra. Seguidamente, aparecieron varios miembros de la Guardia del Oso, ataviados con abrigos blancos y gorros negros de piel de oso, armados con rifles de repetición. Se colocaron con perfecta destreza a ambos lados de la alfombra.
Alexandra, la reina de reinas, suspiró.
-Ay...
-¿Ocurre algo, Majestad?- preguntó Osmond.
-No soporto su pomposidad- respondió Alexandra.
Tras este despliegue, Ekaterina salió a la luz del cielo nublado de Lionscourt. Iba vestida con un uniforme de mariscal, con una gran capa de piel. En su cinto, el sable que perteneció a su padre.
-Je. Desde esta distancia cualquiera diría que es un chico- dijo el Primer Ministro Imperial mientras que daba algunas caladas a su pipa.
Tras la zarina, descendió Baturin. Ekaterina avanzaba con paso firme por la alfombra. Al llegar hasta Alexandra, la joven emperatriz le hizo una reverencia aunque hubiera deseado ensartarla en su sable.
-¡Buenos días, su Majestad!
-¡Excelencia!- respondió la reina, con no mucha gana.
Ekaterina se puso enfrente de Osmond. Le saludó con otra reverencia.
-¡Primer Ministro Osmond!
-¡Su Alteza Imperial!- respondió Osmond.
Baturin hizo lo mismo que su emperatriz.
Acto seguido, las dos reinas y sus respectivos jefes de gobierno se dirigieron a la salida de la estación, donde les esperaba un séquito compuesto por dos carros de caballos escoltados por una compañía de húsares. Los flashes de las cámaras y la algarabía de gente casi desorientan a Ekaterina. Un grupo de ciudadanos imperiales increpaba a la zarina: “¡Tirana!”, “¡Asesina!”, “¡Niña mimada!”
-Si estuviéramos en la Horda Polar, ya estarían muertos- pensó Ekaterina.
A la salida, las reinas subieron a un carro mientras que los primeros ministros subieron a otro.
En el interior del vehículo, las dos emperatrices miraban disimuladamente a ambos lados para no mediar palabra. Algunos suspiros salían de la boca de Alexandra mientras que Ekaterina barruntaba cosas por lo bajo. Hasta que Ekaterina explotó.
-¡Tú!
-Tengo un nombre- contestó indignada la reina.
-Me da igual. Tengo algo que decirte.
-¿No te habrás enamorado de mí?- Alexandra comenzó a reírse mientras que Ekaterina estuvo a punto de desenvainar su sable. Por el bien de todos, consiguió calmarse.
-Ja, ja. Muy graciosa. Es sobre el tratado.
-¡Bien! Sabía que le ibas a sacar alguna pega.
-¡Y la tiene! Sherpalia no es suficiente. ¡Exijo un territorio mayor!
-¿Mayor, dices?- Alexandra miró fijamente a los ojos de Ekaterina. Debía ser la única persona en todo Verne que podía mantenerle la mirada a la zarina- Escucha, guapa. Muchos de los imperios estarían deseosos de poseer Sherpalia. Si no me crees, pregúntaselo al Káiser.
-Me da igual lo que opine esa marioneta movida por Eisenstahl. Quiero una salida al mar Interior. ¡Y la quiero ahora!
-Digno de una niña mimada como tú, Ekaterina. ¿Para qué? ¿Para servirte el mundo en bandeja? No, guapa, no.
-¿Te niegas?
-¿Acaso hablo en skaldmarkés?
-Bien. Tú lo has querido. En ese caso, ¡no firmaré nada!
-Sabía que todo acabaría así. ¿Deseas seguir con la guerra?
-¡Sí! ¡No tenéis nada que hacer contra mis ejércitos! ¡Los más grandes de todo Verne!
-¡Oh! ¿De verás? Dime, ¿cuándo fue la última vez que llevaste acabo un programa de reforma del ejército?
-¿Un qué...?
-Me refiero a que cuándo ha sido la última vez que has actualizado las armas de tus ejércitos.
-Pues... Pues... ¡No sé!- Ekaterina estaba demasiado incómoda con aquella pregunta- Creo que mi abuelo...
-¡Ja, ja, ja!- Alexandra no paraba de reír- ¿Tus ejércitos llevan todavía armamento de hace 100 años?
-¡Nuestra máquinas de guerra son las más potentes de todo Verne!
-Pero las guerras no solo se ganan con tanques y dirigibles, querida. Necesitas infantería y un montón de milicianos armados con mosquetes no pueden hacer nada contra una formación de húsares con giropistolas.
Ekaterina cayó. No quería seguir con aquella conversación.

Llegaron a su destino: el Palacio de los Leones.
El hogar de Su Majestad sería el sitio donde se firmarían los tratados. Donde se suponía que se firmarían. Las dos reinas bajaron de su carro, una por cada lado. Lo primeros ministros bajaron por el mismo lado. Se les veía alegres y dicharacheros. En realidad, Baturin y Osmond se llevaban bastante bien, al contrario que sus emperatrices.
Ekaterina se acercó a Baturin.
-¡Nos vamos de vuelta a Polyarnyygrad!- gritó Ekaterina.
Esto pilló por sorpresa a los dos hombres, que la miraron con asombro.
-Pero... Pero...- Baturin no se lo podía creer- Todavía no hemos firmado los tratados.
-¿Cuestiona mis órdenes, Baturin?- Ekaterina se encaró con el pobre hombre.
-No, su Excelencia. ¿Es que ha ocurrido algo malo?
-¡Mi voluntad! ¡No ha ocurrido mi voluntad! ¡Así que vayámonos!
-Bueno, si insiste- Baturin se giró hacia Osmond- Lo siento mucho, la verdad.
-No importa. Otra vez será- dijo el Primer Ministro.
-¡Baturin!- gritaba Ekaterina mientras subía a una de las carrozas para volver a la estación aérea- ¡No se rebaje al nivel de estos...! Estos... ¡Indeseables!
-¡Adiós, Ekaterina!- dijo Alexandra- ¡Nos volveremos a ver para firmar la paz!
-¡AAAAAAAAAAARGH!- gritó la zarina.



Como alguno de los que me seguís en Subcultura habéis adivinado, nuestra protagonista ya apareció una vez en otro relato titulado "Zarina". ¿Cómo es que ha cambiado de mundo? ¿Puede viajar a través de otras dimensiones? Eso quisiera ella. Os lo explico.
Recordad que esto era una idea para un cómic. En un principio, iba a estar ambientado en una Tierra postapocalíptica que había vuelto a la Edad del Vapor. Sin embargo, en mi búsqueda de dibujante, Onice me aconsejó que la historia sería más interesante si estuviera ambientada en un mundo imaginario, lo cual conferiría más libertad a la creatividad. Lo pensé y me pareció una buena idea, así que cree un mundo de corte steampunk llamado Verne, en honor al gran maestro.
Gracias al consejo de Onice, he podido hacer algo más original que la ambientación postapocalíptica.

viernes, 16 de noviembre de 2012

La sorpresa del día.

Abro mi cuenta de Subcultura como todos los días y me encuentro con esto.

Cortesía de ese pedazo de artista llamado Pakhawk.
¡Muchas gracias, colega!

martes, 13 de noviembre de 2012

Talvisota.

¡Hola, chicuelos y chicuelas!
Ha llegado la hora de otra ración más de historia.
En esta ocasión, viajaremos a la Segunda Guerra Mundial para visitar una de las "pequeñas guerras" que se vivieron durante este conflicto: la que se produjo entre Finlandia y la URSS o, como la llaman los vecinos de Papá Noel, Talvisota: la Guerra de Invierno.
Agradezco a Soturisi por sugerirme este tema porque no tenía ni idea de que escribir hoy.

Tras la conquista de media Polonia, nuestros amigos de la Estrella Roja pusieron sus ojos sobre Finlandia.
Stalin no soportaba que este antiguo territorio que perteneció una vez al Imperio Ruso fuera independiente.
El dictador con mostacho mandó llamar a una delegación diplomática finlandesa a Moscú el 14 de octubre de 1939. Les pidió que movieran la frontera unos 25 kilómetros atrás tomando como punto de inicio Leningrado. Stalin ofreció a cambio la región de Carelia, que no era un paraíso ni mucho menos. Los finlandeses se negaron y... Bueno... Ya sabéis el mal pronto que tenía Stalin cuando le decían que no.
Esta negativa no era un casus belli suficiente, así que los rusos idearon una estratagema: bombardearon una pequeña aldea rusa situada en la frontera con Finlandia, de manera que se le pudo echar la culpa a los finlandeses. Tras lo cual, los soviéticos pidieron que la frontera finlandesa se replegase. Finlandia se negó de pleno y los rusos rompieron el Pacto de No Agresión de 1934.

Sin ningún aviso de ningún tipo (léase "declaración de guerra"), las fuerzas soviéticas penetraron en el país de los suomis el 30 de noviembre de 1939. Los finlandeses decidieron retirarse hacia una conjunto de fortificaciones llamado la Línea Mannerheim, en honor del mariscal finlandés que la ideó. Los soviéticos pudieron conquistar el estrecho territorio que habían abandonado los finlandeses, colocando un gobierno títere al mando de Otto Kuusinen.
Los finlandeses eran conscientes de un gran problema: la superioridad numérica del inacabable Ejército Rojo. Sin embargo, ellos tenían un punto a favor: el conocimiento de su tierra. Ya que era un suicidio luchar contra el ejército más numeroso de la época, los finlandeses pondrían en marcha una guerra de guerrillas para desgastarlo. Los rusos no podían hacer nada contra un enemigo que salía de la nada y más si tenemos en cuenta el uso de francotiradores y el más famoso de ellos fue Simo Häyhä, alias "La Muerte Blanca". Vestido completamente de blanco, Häyhä tiene el honor de haber abatido a más de 500 soldados enemigos. A todo ello se suma el mérito de hacerlo sin el uso de mirilla, para impedir que el reflejo de la lente delatara su posición.

Mientras, los soviéticos demostraron una gran incompetencia. Sus oficiales seguían pensando como en la Primera Guerra Mundial. Era normal ver al Ejército Rojo marchar en perfecta formación, con todos sus estandartes hacia arriba y cantando a grito pelado cualquier canción patriótica. Eso los convertía en blancos perfectos. Además, ni los soldados ni los vehículos rusos estaban equipados para hacer frente al duro invierno finés. Sí, en serio.

Ante las fulgurantes derrotas a las que había sido sometido el Ejército Rojo, Stalin destituyó al anacrónico comandante Voroshilov por Timoshenko. Este consiguió reforzar al ejército soviético para conseguir, en febrero de 1940, derribar las defensas finesas.
El coraje de los finlandeses había hecho que el mundo entero los apoyase moralmente. Si bien es cierto que grupos de voluntarios de otros países lucharon codo con codo con Finlandia (algo parecido a las Brigadas Internacionales de la República durante la Guerra Civil Española), las grandes potencias aliadas no quisieron aliarse de facto con el país de los renos. La razón: tarde o temprano la URSS sería un aliado formidable contra los nazis y sería mejor no molestarla. Este desencanto supuso, más tarde, que muchos soldados fineses lucharan en el ejército alemán, entre ellos el propio Häyä.

El 13 de marzo de 1940, se firmó la paz.
Si bien los finlandeses tuvieron que entregar cierta cantidad de suministros a la Unión, ceder el territorio cercano al lago Ladoga y no poder aliarse con países que estuvieran en contra de la URSS, Finlandia consiguió mantener su independencia.
Sin embargo para los soviéticos, la Guerra de Invierno consiguió el empuje necesario para poner en marcha un plan de reformas tecnológicas para modernizar el anticuado Ejército Rojo.

Así fue la Guerra de Invierno.
He de advertiros que la información la he sacado de un libro bastante divulgativo, así que pueden haber algunos errores. Si veis alguno, avisadme.

¡Nos vemos!

lunes, 5 de noviembre de 2012

El relato de las cuatro palabras.

¡Hola, gentes!
¿Qué tal el puente?

Ya ha pasado casi una semana desde el último post y no tenía mucha idea de que escribir.
Por suerte, me he acordado de una cosa.
Lo que vais a leer a continuación es el relato que escribí para el Desafío Twitter de las Cuatro Palabras, por si alguno de vosotros se lo perdió. Gracias a byAtx por dejarme participar en esta curiosa iniciativa.
Para el que no sepa de que iba esto, consistía en escribir o dibujar una historia en el que aparecieran estas cinco palabras: plumero, verde, Snoopy y Mordor. Como ya sabéis, lo mío no es hacer monigotes así que decidí participar con este histriónico relato.
Disfrutadlo.

LA ESTÚPIDA DECISIÓN DE UN FRIKI
Por Platov.

Verde.
Verde de envidia estaba Godofredo al descubrir que su vecino, Sigfrido, había conseguido el codiciado nº 42 de "Batman".
¿Por qué Sigfrido tenía tanta suerte? Vivía en su cómodo piso con su novia, que parecía toda una valkiria. Tenía coche propio y trabajaba en el departamento de diseño de una mundialmente famosa empresa de miniaturas.
Mientras, Godofredo no tenía novia. Se pasaba todo su tiempo libre jugando a videojuegos y trabajaba friendo patatas en el McDonald's de la esquina, con un sueldo miserable. El único vehículo del que disponía era una bicicleta que se había encontrado al lado de un contenedor (por la cual tuvo que pelear contra un chatarrero de manos gigantes). Godofredo quería una vida mejor pero su carácter solitario y antipático se lo impedía. Lo peor de todo es que ni él se daba cuenta de eso. Pensaba que todo el mundo estaba en su contra.

Pero, ¿qué hacía tan especial y codiciado al nº 42 de las aventuras del Caballero Oscuro?
Sencillo. La editorial que lo publicaba cometió un error a la hora de entregar las hojas que conformaban el tomo al impresor. Entre todas ellas se coló una página de "Charlie Brown", por lo que te encontrabas en mitad del cómic con Charlie, Snoopy y sus amigos. Era algo raro y ya sabemos que lo raro cotiza al alza.
Godofredo quería ese cómic. No por tenerlo. Si lo vendía, podría sacar suficiente dinero para salir del agujero negro en el que se había convertido su vida y ser como Sigfrido.

Recapacitó un poco y pensó que sería mejor hacer otra cosa para que se le pasara el berrinche. Así que se puso a limpiar su destartalado apartamento. Para hacer la tarea más placentera, puso en su MP3 su colección de bandas sonoras de películas. La primera canción era el tema principal de "Star Wars". Godofredo hacia varios altos en las tareas de higienización de su vivienda cuando se ponía a manejar el plumero como si fuera una batuta, en una cómica imitación de John Williams.
Pero el siguiente tema hizo pararle en seco: "Batman", de la película de Tim Burton. A su cerebro volvió la imagen de Sigfrido con el codiciado ejemplar entre sus manos y Godofredo volvió a enfurecerse. ¡Él quería ese cómic!
Algo oscuro se activó en su interior, como las ansias de venganza de Bruce Wayne. "¿Robarlo?", pensó. Él no caería tan bajo pero Godofredo estaba ansioso. Su imaginación se activó y comenzó a pensar en la vida que llevaría con el dinero que conseguiría de la venta del cómic. Y tomó una decisión que cambiaría para siempre su vida.

Era de noche.
Sigifrido y su novia habían salido a cenar por ahí.
Era el momento idóneo para llevar acabo el plan que Godofredo había elucubrado esa misma tarde. Era sencillo: abrir la puerta, entrar, coger el cómic y salir.
Se preparó. Cogió una radiografía de un chequeo médico que se hizo hace tiempo y se despidió de su posesión más preciada: el calendario de chicas de videojuego del año 1997.
Entreabrió su puerta para ver si había alguien en el rellano de la esclaera. Nadie. Cerró con cuidado y fue hacia la puerta de Sigfrido.
Miró a ambos lados para cerciorarse de que nadie subía o baja por las escaleras. Desenrrolló la radiografía. Había leido por Internet que los cerrajeros usaban este método para abrir puertas. Insertó la lámina en la rendija entre la puerta y el marco, hizo presión y la puerta se abrió como si hubiera usado una llave.

El piso de Sigfrido era todo lo contrario que el de Godofredo: limpio y luminoso. El "ladrón de una noche" entró con sigilo por el pasillo, dirigiéndose al estudio de su vecino. La imagen del lugar aumentó todavía más la envidia que Godofredo tenía hacia Sigfrido: cómics, miniaturas, una mesa de dibujo con varios bocetos para nuevas figuras y una impresionante maqueta de Mordor en el centro para jugar al wargame de "El Señor de los Anillos".
Godofredo reprimió sus impulsos de detrozarlo todo y se dirigió a la estantería donde estaban los cómics. Rebuscó y rebuscó sin encontrar el preciado ejemplar. Hasta que en la leja de debajo había algo. Era una caja de madera. Godofredo la abrió. Solo habían figuritas pero parecía haber algo en el fondo: ¡EL CÓMIC! El chaval retiró las miniaturas con cuidado y cogió aquella rara obra de arte. Lo abrió y allí estaba: justo después de la página donde El Joker coloca una bomba en el monorrail de Gotham, la historia salta bruscamente a una bucólica escena donde Charlie Brown y sus amigos están merendando en el campo.

Godofredo esbozo una sonrisa de alegría. Sonrisa que se le borró cuando escuchó un gruñido detrás de él. Se giró con cuidado y miedo. Chizkoy, el enorme husky siberiano de Sigfrido, estaba delante de él, gruñendo, enseñando los dientes y con las orejas hacia atrás. "¡Idiota!", pensó Godofredo al descubrir que no tuvo en cuenta al perro en su plan.
Godofredo intentó pasar por encima del perro pero este se abalanzó sobre él, lanzándolo con su peso hacia atrás. Godofredo se golpeó la cabeza con el tablero de juego y cayó inconsciente.

Pasó un largo tiempo a oscuras hasta que una voz ronca le preguntó si estaba bien. Godofredo abrió los ojos lentamente, encontrándose a dos policías de pie, delante de él. Los dos hombres se agacharon para levantar al joven y esposarlo. En un rincón de la habitación, Sigfrido y su novia miraban a Godofredo con una mirada entre la sorpresa y el enfado.

Eso fue hace tres años.
Durante ese tiempo, Godofredo tuvo toda la paz y tranquilidad del mundo para leer cómics en la celda de su prisión. Allanamiento de morada e intento de hurto fueron las palabras que lo sentenciaron.
Sí, parece que aquel cómic cambió su vida para siempre.

FIN

lunes, 29 de octubre de 2012

Especial Halloween 2012: Return to Castle Wewelsburg.

Hola, amantes de la historia y de las emociones fuertes.

Un año más, ante las fechas que se avecinan, me dispongo a escribir un post donde historia y terror van de la mano. Arrepentíos, pues, aquellos que lean esta pequeña disertación.

"Wolfenstein 3D".
El papa de los juegos de acción en primera persona.
Para quien no lo conozca, en este videojuego encarnabas a un agente estadounidense que debía escapar de un castillo nazi en plena Segunda Guerra Mundial. La cosa sería lo más normal del mundo si no fuera porque el interior de la fortificación estaba atestada de criaturas de ultratumba, creadas por las retorcidas mentes de la Ahnenerbe.

Pero, ¿sabíais que el castillo Wolfenstein existió de verdad?

Wewelsburg.
Un bonito castillo, residencia secundaria de los príncipes-obispos de Renania del Norte-Westfalia durante el siglo XVII y que está localizado cerca del famoso bosque de Teutoburgo, donde las tropas del general romano Varo fueron masacradas por los germanos.
Todo muy bonito, hasta que Heinrich Himmler se interesó por esta fortificación en 1934. Al parecer, el jerifalte de las SS conocía una leyenda que decía que un gran ejército proveniente del este sería vencido por otro proveniente del oeste. Himmler creía que la batalla tendría lugar en el emplazamiento del castillo, así que decidió comprarlo.

El objetivo de Himmler era convertir el castillo en el cuartel general global de las SS.
En 1934, comenzaron las obras de remodelación, usando mano de obra esclava de los campos de concentración. Miles de inocentes murieron dando forma a la sacrílega fortaleza.
Con la finalización de las obras, Wewelsburg se convirtió en una escuela en la que los oficiales del siniestro aparato de represión estudiaban diferentes materias relacionadas con el "glorioso" pasado de Alemania, amén de otras más abocadas al ocultismo. El castillo fue decorado siguiendo las leyendas concernientes al Santo Grial. De hecho, una de las salas de estudio se llamaba así y en la Sala de los Generales se colocó una mesa redonda a imagen y semejanza de la del rey Arturo. Además, comenzó a convertirse en almacén para todas las reliquias que la terrorífica Ahnenerbe encontraba en sus expediciones por el globo.

La Sala de los Generales es la localización más famosa del castillo, más que nada porque en el centro de esta se encuentra un mosaico donde aparece representado el "Sol Negro", uno de los símbolos más conocidos del ocultismo nazi. En esta sala se llevaban acabo algunos de los rituales más extraños de las SS, como las bodas donde los prometidos debían beber de una reproducción del Santo Grial.
Que no os extrañe el aire a orden de caballería ya que uno de los objetivos de Himmler era convertir a las SS en una especie de unión de caballeros nazi.

A finales de la guerra, cuando la caída del Tercer Reich se estaba convirtiendo en una realidad, Himmler ordenó volar el castillo. Debido a la falta de medios, tan solo se pudo derribar la torre sur, la cual no tenía demasiada relevancia.

En la actualidad, el castillo ha sido convertido en un albergue y en el año 2000 se levantó un monumento en memoria de los prisioneros que perecieron en la remodelación del castillo.

Pero nadie sabe a ciencia cierto que oscuros y horribles sucesos se llevaron acabo en su interior...

domingo, 21 de octubre de 2012

La leyenda del caballero juglar.

¡Hola a todos!
¿Pasando un buen fin de semana? Espero que sí.

¡Ah! Por fin he probado con mis colegas mi juego de rol steampunk y parece que les estás gustando. Fue una tarde muy provechosa y más si tenemos en cuenta que Soturisi estaba presente como maestra de ceremonias, creándose como personaje una ingeniera finlandesa mercenaria.

El post que vais a leer viene a propósito de la iniciativa de Vilem_Landerer para que vosotros (sí, vosotros) le ayudéis a diseñar personajes para su fanfic sobre Star Wars. Viendo que había poca gente que había participado y que necesitaba más peña para la tripulación de la pelta coreliana, decidí volver a colaborar con otro personaje (el primero fue Zetha Greusse). Esta vez escogí uno de los guardias de seguridad y cree un personaje llamado Taillefer. Bueno, no es del todo original ya que me inspiré en una leyenda relativa a la conquista normanda de Inglaterra.

Corría el año 1066.
Guillermo, duque de Normandía, se dirigía con sus tropas a la localidad en la que se decidiría el destino del reino de Inglaterra: Hastings. En mitad del camino, se le apareció un caballero que se dirigió hacia el duque. El jinete se presentó bajo el nombre de Taillefer (Cortahierro) y le pedía al duque que le dejara unirse a su ejército. Guillermo le concedió su deseo y el extraño caballero siguió al duque hasta Hastings. Durante el trayecto, Taillefer demostró que no solo era un guerrero a caballo sino también un portentoso juglar ya que se dedicó a recitar "La Canción de Roldán", el cantar de gesta francés por excelencia, en voz alta mientras realizaba espectaculares malabarismo con su espada. Esto impresionó tanto a Guillermo como a sus hombres que vieron en este peculiar hombre un gran aliado. En la batalla, Taillefer no defraudó al futuro rey de Inglaterra ya que el solito cargó contra varios soldados de la hueste del rey Harold, demostrando su valentía y honor.
Se cree que esto jamás sucedió porque en las fuentes históricas sobre la batalla apenas aparece este episodio, tan solo en unas pocas. De ahí que la historia de Taillefer haya sido catalogada como leyenda.
Pero ya sabemos que las leyendas de fundamentan en la realidad, ¿no es así?

¡Nos vemos!

sábado, 13 de octubre de 2012

¿Quiénes eran los zulúes?

"Un pueblo extraordinario, esos zulúes. Vencen a nuestros generales; convierten a nuestros obispos; han establecido el destino de una gran dinastía europea."

Con esta bonita frase de Benjamin Disraeli, tengo el orgullo de presentaros a otro de esos pueblos que cambiaron la historia para siempre: los zulúes.
Lo que váis a leer a continuación es una pequeña descripción de como era esta indómita tribu del sur de África. No me voy a detener a explicar batallitas como la de Isandlwana. Eso lo haré otro día.

Zululandia (el país de los zulúes) está situado en la costa sureste africana, entre las montañas Drakensberg y el océano Índico. Es una zona con una gran cantidad de tierras de pasto, de ahí que el ganado sea una parte fundamental de la economía zulú.

Los zulúes descienden de los Ngoni, una cultura de la Edad del Hierro pero que no llegó hasta la zona por la que nos estamos moviendo hasta el siglo VI d. C. y que no se asentó hasta el siglo XVII. La leyenda fundacional habla de un hombre llamado Zulú, el cual fundó el primer asentamiento permanente en este siglo. Este es el ancestro común de todos los clanes zulúes. Su nombre significa "El Paraiso" y sus descendientes se hicieron llamar amaZulu, "el pueblo del paraíso".
Los zulúes vivían en aldeas (umuzi) formadas por varias chozas cuyas formas podrían recordad a la de un panal de abejas. Las chozas de distribuían en círculos concéntricos, teniendo el centro el corral donde se guardaba el ganado. Todo este complejo estaba protegido por una empalizada. Lo curioso de estas chozas es que no tenían chimenea: el humo salía como podía por la puerta o por algunas rendijas.
En la sociedad zulú, los hombres se encargan de cuidar el ganado y de hacer la guerra. La labor de las mujeres consistía en llevar acabo labores agrícolas y del hogar. Los zulúes solo comían carne en ocasiones especiales, basándose su dieta en una cuajada hecha con leche llamada amasi, maíz, calabaza y patatas dulces. Los cultivos eran plantados en parcelas cercanas a los asentamientos y eran almacenados en cestas de mimbre o en fosos excavados en la tierra y tapados con una piedra. Para las celebraciones, los zulúes bebían utshwala, una cerveza de gran amargor, y esnifaban tabaco picado.

Si había una industria en la que los zulúes sobresalían del resto de etnias de la zona era la metalurgia.
El hierro se extraía de explotaciones al aire libre, en lugares de fácil acceso. El método para fabricar herramientas o armamento es el mismo que el de cualquier herrero.
La imagen de un guerrero zulú estaría incompleta sin una de sus famosas lanzas. Estas se fabricaban uniendo la punta de metal a un asta de madera con pegamentos naturales y con fibras animales. Los zulúes tenían distintos tipos de lanzas (umkhonto): la isiphapha, usada para cazar; o la isijula, que es la lanza de combate.
También tenemos los famosos escudos zulúes, fabricados con mimbre entrelazado para darle más resistencia y una piel de ganado encima. Existían diferentes tipos, dependiendo de la ocasión: de guerra, de gala, de diario, etc.
Otra arma zulú era la iwisa, una maza hecha de madera parecida a la usada por los iroqueses.
La forma de hacer la guerra de los zulúes dejó perplejos a todos los europeos que tuvieron la suerte (o la desgracia) de enfrentarse a ellos. Para que os hagáis una idea, ver a un pueblo considerado bárbaro por muchos formar y avanzar como una legión romana era algo que no cabía en las mentes de la época victoriana. Un guerrero zulú combatía exactamente igual que un legionario romano: se paraba el ataque con el escudo; este se alzaba para dejar el costado del enemigo al descubierto, lo cual era aprovechado para acuchillarlo con la lanza.
Además, los zulúes tenían también combates rituales y duelos por honor.

En cuanto a la religión y otras creencias, los zulúes temían mucho a la brujería.
Tan supersticiosos eran que llevaban encima cualquier clase de amuleto para protegerlos (mira, otra cosa igual que los romanos). Si algún miembro de la comunidad sufría un accidente, este era llevado ante el inyanga (hombre medicina) para que usase sus conocimientos en hierbas curativas para sanar al enfermo. Si se tenía la certeza de que alguno de los habitantes de la aldea estaba poseido espíritu maligno (abathakathi), se celebraba un siniestro ceremonial para averiguarlo, en el cual el chamán (isangomas) usaba sus poderes para determinar quien era el poseido. Cuando lo descubría, el culpable era sentenciado a morir siendo empalado.
La justicia ordinaria era menos sangrienta si era un crimen menor, donde el culpable debía de pagar una multa en ganado. Sin embargo, los crímenes muy graves eran sentenciados con muerte por apaleamiento.

Esta es una breve historia sobre los zulúes.
Espero que os haya gustado.
¡Nos vemos!

lunes, 8 de octubre de 2012

Los cosacos de Repin.

¡Buenas a todos!
¿Qué tal?
Hoy voy a escribir un post donde se mezclan la historia del arte con la historia universal en sí. Bueno, la historia de Rusia (que original viniendo de mí).

Seguro que os habéis fijado en el personajillo que aparece en la cabecera de mi blog: un afable escribano que, por su postura a la hora de escribir, demuestra estar llevando acabo su trabajo con sumo cuidado.
Algunos seguro que habéis reconocido el cuadro en el que aparece esta figura. Para los que no lo sepan, va este post.

El cuadro en el que aparece este señor se llama "Cosacos zaporogos escribiendo una carta al sultán de Turquía" y su autor fue Iliá Repin.


Repin es uno de los más grandes pintores rusos. Su obra se encuadra en el realismo, ofreciendo escenas de la vida cotidiana rusa de finales del siglo XIX y principios del XX aunque también se inspira en varios hechos de la historia de Rusia. Este es uno de ellos.
Para realizar esta obra, Repin se documentó bastante a la hora de ser lo más fiel posible a la historia, llegando a viajar a la región en la que vivían los zaporogos, etnia a la que pertenecen los cosacos que aparecen en el cuadro.

Pero, ¿qué anécdota histórica refleja Repin en esta obra de arte?
Corría el año 1663.
Alejo I, el segundo zar de la dinastía Romanov, no se llevaba demasiado bien con el sultán turco. Decidió llevar acabo una serie de ataques a los asentamientos otomanos instalados a orillas del mar Negro. Para ello, envió un contingente de cosacos zaporogos, famosos por su experiencia a la hora de realizar ataques anfibios. El sultán, iracundo, envió a un grupo de hombres al sech (asentamiento) zaporogo para que les informara de los movimientos de los cosacos. Harto ya de que saqueasen sus enclaves, los turcos marcharon una noche en la que los guerreros de la estepa dormían la mona y rodearon la fortaleza. Uno de los cosacos que estaba de guardia sin haber probado una gota de alcohol se dio cuenta de la situación y dio la voz de alarma. Rápidamente, los cosacos despacharon a los turcos.
Este ataque se llevó acabo después de que el sultán, queriendo hacerse amigo de estos jinetes, se proclamara "paladín de los cosacos", jugando con la idea de muchos de ellos que buscaban una "república" cosaca independiente.
Los zaporogos, ofendidos tras este ataque, le escribieron una peculiar carta al sultán para dejarle las cosas bien claras:

"¡Tú, demonio turco y aliado de Satán! ¡Que te atreves a llamarte Señor de los cristianos cuando no lo eres! ¡Friegaplatos de Babilonia! ¡Cervecero de Jerusalén! ¡Cabrero de Alejandría! ¡Porquero del Alto y el Bajo Egipto! ¡Cerdo armenio! ¡Infiel insolente! ¡Vete al infierno! ¡Los cosacos escupimos en lo que dices ahora y en cualquier cosa que puedas inventarte en el futuro!"

Como es lógico, al sultán no le hizo mucha gracia esta carta.
Este cuadro es uno de mis favoritos de toda la obra de Repin y, por alguna casualidad, también era el cuadro predilecto de Stalin.

Espero que os haya gustado este post.
¡Nos vemos!

jueves, 4 de octubre de 2012

Manual del Colonizador

¡Hola, personas!
Hoy toca un relatillo.
Se me ocurrió el otro día mientras lidiaba con el TFM y el Cronomeme. Espero que os guste.
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¡Bienvenido!
Si está leyendo esta cápsula de datos le felicito.
Ha pasado usted con éxito las pruebas de calificación de Industrias Van Haarde y, tras el pago de las tasas pertinentes a la Oficina de Asuntos Coloniales, ha conseguido el título de colonizador en nombre de nuestra corporación. Déjeme decirle que un gran futuro le aguarda.
Sé que esta es una tarea que conlleva una gran responsabilidad. No se preocupe. En el interior de este dispositivo encontrará una breve guía sobre qué es lo que debe hacer para poder fundar una colonia en nombre de Industrias Van Haarde y de la reina.
¡Comencemos, pues!

Capítulo 1: ¿Qué es una colonia?

Bueno, esa pregunta venía en el examen de aptitud de la empresa pero el paso del tiempo y el daño cerebral a largo plazo que produce el reactor nuclear de su nave pueden que haya trastocado su memoria. Tranquilo.
Una colonia es todo emplazamiento situado fuera del planeta natal del Imperio Humano, la Tierra. Este emplazamiento puede estar situado en un planeta, en una luna o en flotando en el espacio. Este último tipo se denomina "estación espacial" y solo está permitido construirlo si el colonizador posee un permiso especial de la Oficina de Asuntos Coloniales firmado por el Primer Ministro, el Ministro de Asuntos Coloniales y la propia reina.

Capítulo 2: ¿Qué necesito para fundar una colonia?

Lo primero que se necesita para fundar una colonia es el material pertinente.
Lo básico sería un autómata-sonda para analizar los recursos del lugar a colonizar, una minadora para extraer los recursos minerales, una granja para el alimento necesario para los colonos y un hábitat para darles cobijo mientras se está construyendo la colonia.
Algo más avanzado sería el uso de un dispositivo de terraformación. No todos los lugares que usted va a colonizar son vergeles exhuberantes. Prepárese para visitar planetas donde la supervivencia del más fuerte reina las veinticuatro horas del día: sin atmósfera, sin suelos fértiles, etc. El dispositivo de terraformación le ayudará a convertir un yermo nuclear en un lugar apto para vivir, llevando acabo en cuestión de días lo que la madre naturaleza haría en billones de años.
Lo siguiente sería contar con un personal especializado.
Un ecólogo se encargaría de estudiar el posible aprovechamiento de los ecosistemas del lugar, un ingeniero supervisaría las obras de construcción y un jefe de seguridad velaría por la buena convivencia de los colonos. Tal vez necesite la ayuda de otros profesionales. Es su deber rodearse del mejor personal cuando lo necesite.

Capítulo 3: He llegado al planeta. Además de construir la colonia, ¿hay que hacer algo más?

Por supuesto.
Antes de poner la primera piedra de lo que será su paraíso en otro mundo debe pronunciar el juramento de lealtad a su corporación y a la reina delante de un notario. Esto le ahorrará problemas a la hora de saber quién llegó primero al lugar en caso de que otro colono de otra corporación haga acto de presencia. Además, el juramento de lealtad le ayudará en caso de ser atacado por fuerzas hostiles.
Eso sí, el juramento conlleva explícitamente que usted jamás cambiará de compañía ni usará su colonia para fines independentistas o terroristas. Todos recordamos el caso de la revuelta de la colonia de Práxis VI, revuelta apagada por el 4º Regimiento de la Guardia Negra. Ya sabe como se las gasta la élite de la élite del ejército real, ¿verdad?

Capítulo 4: Nativos y otras razas alienígenas.

Puede que el planeta que usted está colonizando no esté deshabitado.
Existen dos casos con respecto a este hecho: naciones incivilizadas e imperios alienígenas.
Una nación incivilizada es aquella que no ha conseguido llegar al estado de gobierno institucionalizado. Estos salvajes... Perdón, nativos viven en el pasado más remoto que pueda imaginar. Dado que la esclavitud está penada con la muerte, puede optar por dejarlos en paz. Este tipo de actitud puede ser perjudicial a la larga ya que si comienza a colonizar los territorios de estas tribus, estos se alzarán contra usted. Lo mejor que puede hacer es elevar una queja al Parlamento para que se ponga en marcha una fuerza de invasión.
Pero puede encontrarse con las reticencias de los miembros del Partido Liberal, los cuales abogan por respetar a los colonos. En ese caso, civilícelos. Enséñeles lo maravilloso que es vivir con maquinaria pesada y grifos con agua caliente. Si lo consigue, además de hacer amigos tendrá acceso a mano de obra barata.
El otro caso es de los imperios alienígenas. Por suerte, solo hay dos que sepamos y solo estamos en guerra con uno: el Imperio Inmortal. Si su colonia es atacada por estos seres de orejas de murciélago poco podrá hacer a no ser que en ella haya un regimiento de tropas imperiales.
En cambio, los acuáticos Venucci están más dispuestos a colaborar con nosotros en lo que haga falta. Aprovéchese de su obsesión por el dinero.

Aquí concluye esta breve guía.
Espero haber solucionado todas su dudas y le deseo suerte con el desarrollo de su colonia.
Atte.: Industrias Van Haarde, división de información y protocolo colonial.




viernes, 28 de septiembre de 2012

La reina de los icenos.

¡Hola, gentes del lugar!
Seguimos con más pequeñas biografías de grandes hombres.
Bueno, en este caso, de una gran mujer.

Todo el mundo que me conoce sabe que me gustan las mujeres guerreras. No, no por ver al enésimo clon de Crimson Sonia sino porque ver a una mujer en un campo de batalla, en primera línea de combate, es algo raro de ver (por algo me encanta el Ejército Rojo).
Y si hay una de estas valientes mujeres que me entusiasman esa es Boadicea, reina de la tribu britana de los icenos.

Boadicea (latinización de Boudicca) era la esposa de Prasutago, rey de la tribu de los icenos. Esta tribu celta ocupaba lo que hoy en día es Norfolk, en Inglaterra.
Con la muerte de su esposo en el año 60 d. C., el emperador romano Nerón vio la oportunidad de conquistar las posesiones de este pueblo. Las legiones romanas marcharon con éxito sobre los icenos y con 35 años, Boadicea tuvo que contemplar como sus dos hijas eran violadas por los soldados romanos y su pueblo esclavizado mientras ella era azotada con un látigo.

Humillada y furiosa por lo que los invasores le hicieron, nuestra reina britana favorita planeo su venganza.
Al igual que varios años antes hizo Vercingétorix en la Galia, Boadicea convenció a las tribus vecinas para unirse en su lucha contra Roma.
Su primer gran éxito fue una emboscada contra las tropas comandadas por Quinto Petilio Cerial, las cuales marchaban hacia al sur. Casi la totalidad de la legión fue masacrada, excepto 500 oficiales de caballería que consiguieron que el general romano escapara hacia el norte. Tras esta victoria, los guerreros de la reina de los icenos marcharon hacia el cuartel general romano que se encontraba al sur. Allí, las fuerza britanas consiguieron que los defensores se retiraran. Tras dos días de batalla, los icenos tomaron el templo de Claudio.

El comandante en jefe de las fuerzas romanas, Cayo Suetonio Paulino, sabiendo la que se avecinaba dio órdenes a un contingente de tropas para que se encontraran con él en Londinium. Cuando Suetonio salió de la ciudad para encontrarse con sus refuerzos a las afueras, allí no había nadie. Pronto descubrió el porqué: el comandante de las tropas de refuerzo se había suicidado cuando conoció la noticia de la masacre de las fuerzas romanas por parte de los britanos.
Fue un gran revés ya que llegaron noticias de que Boadicea y el grueso de su ejército se dirigían hacia la ciudad del Támesis. Al llegar, los celtas le devolvieron la jugada a los romanos matando a todo ciudadano que encontraban en su camino y quemando cualquier edificación que se ponía delante de sus narices.
El siguiente asentamiento en caer fue Verulamium.

Y llegó el momento clave.
Los ejércitos de Boadicea y los de Suetonio se encontraron cerca de la actual Manchester.
Las tropas britanas superaban en número a las romanas pero estas últimas tenían la ventaja estratégica de estar colocadas en lo alto de una colina.
Como era habitual, antes de la batalla los dos generales al mando de cada ejército se reunían en mitad el campo de batalla para llegar a un acuerdo para evitar un derramamiento de sangre. Suetonio quedó impresionado al ver a Boadicea dirigirse hacia su persona montada en un carro de guerra, acompañada por sus dos hijas. Y es que, según las fuentes, nuestra protagonista imponía bastante. Se dice que era tan alta como dos legionarios puestos uno encima de otro (claro que hay que tener en cuenta que César medía unos 1'75 m. de estatura y decían que era demasiado alto para ser romano) y que su voz era tan atronadora que podía helar la sangre del guerrero más valiente de un grito. "Esta no es la primera vez que los britanos son comandados por una mujer", dijo la reina de los icenos según Tácito y añadió: "Solo tenéis dos opciones: vencer o morir".

Pero Suetonio, como todo buen general romano, era un gran estratega y no tardó en aniquilar al ejército britano. Boadicea y sus hijas, sabiendo cual iba a ser su futuro si eran capturadas, decidieron suicidarse.

Boadicea es un símbolo de unidad para los ingleses frente a enemigos extranjeros.
Durante la era victoriana, muchos fueron los artistas que realizaron sus obras basándose en ella. De hecho, era normal comparar a la reina de los icenos con la Reina de Reinas, Victoria.

Y hasta aquí este post.
Espero que os haya gustado y, si veis algo que esté mal, avisadme.
¡Nos vemos!

martes, 18 de septiembre de 2012

Der Kaiser!

¡Buenos días, amantes de la historia!

El post de hoy es otra sugerencia, en este caso de Runciter, ese chaval que escribe unos relatos de ciencia ficción para quitarse el sombrero. Me pidió que tratara a uno de los personajes más pintorescos que han cruzado las colinas de ese territorio llamado Historia Universal y, casualidad o no, tengo un librito de la Osprey con una pequeña biografía sobre este señor (regalo de mi colega David).

Así que, sin más preámbulos, os presento a Guillermo II, Emperador de Alemania.
Guillermo nació en la capital de Prusia, Berlín, el 27 de enero de 1859. Hijo del que sería el rey de Prusia, Federico III y de Victoria, hija de vosotros ya sabéis que famosa reina de Gran Bretaña (God save the Queen!). El pobre nació con una parálisis en su mano izquierda, la cual acomplejó bastante al futuro emperador (fijáos como la oculta en sus retratos y fotografías tras la espalda o tapada por una capa o un abrigo) aunque esto no le impidió ser un buen jinete y un excelente tirador. Su carácter era bastante chocante para el que lo conocía: no se guardaba nada dentro de su cabeza y si tenía que insultar a la cara a alguien, lo hacía, fuera cual fuera su cargo. Esto lo convirtió en un pésimo diplomático. Rara era la vez que el cuerpo de relaciones internacionales alemán no tuviera que disculparse por los incendiarios discursos de su líder.
Recibió una estricta educación, digna de cualquier príncipe prusiano, y si añadimos a eso que uno de sus mentores fue Otto von Bismarck, pues ya ni te digo. El Canciller de Cancilleres fue quien inculcó a Guillermo ese pensamiento conservador que le acompañará durante toda su vida, al contrario que su padre que era más liberal.

En 1888, muere su padre tras tan solo tres meses de reinado y con el único hito de haber despedido a Bismarck.
La educación tan férrea que recibió convirtió a Guillermo en un emperador profundamente militarista, llevando acabo políticas de adquisición sin cuartel de colonias ultramarinas. Esta forma de forjar su imperio se debe también a la envidia que sentía al ver el inabarcable imperio de su abuela, uno de los más grandes y duraderos de la historia. Para hacer realidad ese "lugar en el sol", Guillermo apoyó un programa para renovar la Reichsmarine (la marina de guerra alemana) para que pudiera hacer frente a la todopoderosa Royal Navy. Durante la guerra inglesa contra los boers (1899-1902), el kaiser apoyó a los colonos holandeses, lo que acabó para siempre con la amistad con Inglaterra. Tras un ataque nervioso en 1908, Guillermo se retiró de la política activa para dirigir al imperio desde las sombras (eso suena muy macabro pero corre la leyenda de que al bueno de Guille le atraían los temas relacionados con el ocultismo).

Llegamos al 28 de junio de 1914.
Durante una visita a Sarajevo, el archiduque del Imperio Austrohúngaro Francisco Fernando es asesinado en un acto terrorista por un serbio de nombre Gavrilo Prinzip, miembro de una supuesta organización terrorista anarquista conocida como la Mano Negra (guiño, guiño).
Guillermo convence a los austriacos para que se venguen de Serbia por este crimen, dando como resultado la Primera Guerra Mundial. En un principio, el kaiser era el comandante supremo del ejército alemán pero su ineptitud a la hora de liderar sus fuerzas lo relegó a un segundo plano. El carácter tan fuerte de Guillermo hacía que celebrara cada victoria como si fuera el fin del Imperio Británico y cada derrota lo sumía en una profunda depresión.
Debido a la fuerte subida de popularidad del legendario general (y futuro canciller) Paul von Hindenburg, el kaiser comenzó a apoyar a otro de sus generales, Falkenhayn, pero cuando el gigantesco (literalmente) Hindenburg llegó a tener poder suficiente como para dar órdenes sin tener que dar explicaciones al emperador, Guillermo perdió cualquier tipo de influencia y más todavía cuando su política de guerra submarina sin cuartel (atacando tanto a naves militares enemigas, como mercantes e, incluso, civiles) hizo que los EEUU entraran en la Gran Guerra.

Las continuas derrotas alemanas minaron todavía más su popularidad. Para 1918, Guillermo seguía en el trono no por sus capacidades de gobierno sino por su figura simbólica. El 9 de noviembre de ese año, ante la inestabilidad que campaba a sus anchas por el país, el kaiser abdicó de su título de emperador. El 28 de noviembre haría lo mismo con el de rey.

Guillermo se exilió a la localidad de Doorn, en Holanda, donde tras la muerte de su esposa se casaría con una chica de 35 años. El viejo kaiser buscaba volver al trono y esa oportunidad parecía estar cerca con el ascenso de Adolf Hitler al poder en Alemania pero Guillermo aprendió que nunca hay que fiarse de un nazi.
Tal fue su enfado con el nuevo canciller que prohibió que los nazis acudieran a su entierro.

El 5 de junio de 1941, el último kaiser murió.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Honores de Sultán

¡Saludos, personas con hambre de conocimientos!
Volvemos fuerte con la historia gracias a una petición de Migue, el cual me retó a hacer un post sobre Saladino.
Pues aquí lo tienes, recién salidito del horno.
¡Comencemos!

Hagamos un experimento (¡Sí! ¡Experimentos! For Science!!!).
Salgamos a la calle y preguntémosle a la primera persona que pase a nuestro lado algo sobre el Oriente medieval. Si es una persona con cierta cultura general y no un cani estúpido, seguro que responderá cosas como "cruzadas", "Jerusalén", "Ricardo Corazón de León (o de Miau)" o "Saladino". Si responde lo último, salid corriendo en dirección opuesta, riéndoos como maniacos. Si os detiene la policía, decidle que lo hacéis en el nombre de la ciencia, así no os podrán detener.
Y es que nuestro peculiar experimento ha sido todo un éxito.

Saladino es el personaje más popular del medievo islámico.
Las historias sobre este hombre han llegado hasta nuestro días envueltas en un halo de leyenda. Para el 99'9 % de los mortales, Saladino era un ejemplo de caballerosidad y de honor, más incluso que alguno de los grandes caballeros medievales occidentales.
Pero, ¿cómo era el hombre?

No es mi intención hacer una biografía superdetallada de Saladino y más disponiendo de tan poco tiempo y material. Así que os recomiendo el libro "Las cruzadas vistas por los árabes", de Amin Maalouf, si queréis saber más sobre este tipo.

Salah al-Din Yusuf ibn Ayub (es un nombre musulmán, ¿qué esperabais?) nació en el año 1138 en Tikrit, en la actual Irak, pueblo donde nació también el finado Saddam Hussein. De origen kurdo, Saladino pertenecía a la dinastía árabe de los Ayubíes lo que era una ventaja para poder codearse con otro gran hombre: Nuraldín, famoso por haber reunificado Siria bajo su mandato en la segunda mitad del siglo XII. Esto fue debido a que al morir el padre de Nuraldín, Zengi, la familia de Saladino apoyó a este personaje hasta el final en la guerra civil por el trono.

Los padres de Saladino dejaron a este al cuidado de Nuraldín.
En la corte del nuevo sultán, el joven Saladino aprendió tácticas militares además de conocimientos sobre ciencia y arte.
El auge del futuro sultán llegó en 1164, cuando marchó hacia Egipto para poner fin a las disputas entre el visir de los Fatimíes (dinastía que gobernaba el país de los faraones) y uno de sus rivales, Shawar. Allí, Saladino demostró sus grandes dotes militares al acabar con al derrotar a las tropas de Shawar, el cual estaba aliado con Amalarico de Jerusalén (¿Recordáis? El papá de Balduino IV, el leproso). Esto le valió al joven el conseguir un puesto en el gobierno de Egipto.
Al morir el visir, Saladino ocuparía su puesto. Mientras ocupaba este cargo, tuvo noticia de un complot contra su persona y ejecutó al culpable. Esto hizo que parte del ejército se rebelara pero no duró mucho, ya que él la aplastó facilmente.
Tras la muerte del califa fatimí, Saladino consiguió más poder del que podía haber imaginado. Esto escamaba bastante a Nuraldín, el cual veía como su vasallo tenía el mismo poder que él.

Tras la muerte de su señor, en 1174, Saladino comenzó a saborear el sultanato de Siria pero pensó que sería algo precipitado y amoral atacar las tierras de su antiguo señor. La excusa perfecta llegó cuando el nuevo regente, Gumushtigin, decidió acabar con sus rivales, entre ellos la ciudad de Damasco.
Ante las súplicas, Saladino marchó contra este emir. Fue bastante difícil acabar y más si tenemos en cuenta el intento de asesinato del que fue víctima Saladino. Trece miembros de la secta de los Asesinos se abalanzaron contra Saladino pero estos fueron reducidos por su guardia.
Con la conquista de Alepo, Saladino ya podía ser proclamado Sultán.

Tras alcanzar la gloria, Saladino tenía otro problema: los cruzados.
Como ya he dicho, no voy a relatar la Tercera Cruzada de pe a pa.
Solo dos cosas: Saladino demostró su valía como táctico en la batalla de Hattin, la mayor derrota que conocieron los cruzados hasta la fecha y, como todo el mundo sabe, el sitio de Jerusalén, donde los cruzados aprendieron que la conquista de Tierra Santa había llegado a su fin.

Saladino es para muchos un ejemplo de honor.
La realidad nos enseña que a veces sí y a veces no. Hattin es un claro ejemplo de lo que el sultán podía llegar a hacer. Se les dio a los templarios y hospitalarios capturados la opción de convertirse al Islam o morir. Esto parecería algo normal a no ser porque la ley islámica prohibe la conversión bajo amenaza.
Aunque también hay actuaciones muy curiosas como cuando le envió a Ricardo Corazón de León una bolsa con nieve para curar unas fiebres que sufría.

Saladino murió en 1193.
Una curiosidad sobre su tumba, en Damasco, es que vais a encontrar dos sepulcros: uno de madera y otro de mármol. El primero es el original, poco decorado ya que ha Saladino no le gustaba demasiado la ostentación. El segundo fue un regalo a la ciudad por parte de Guillermo II. Sí, el kaiser alemán famoso por su egocentrismo.

Reitero: esto no es todo. Solo son unas pequeñas pinceladas sobre la vida de este hombre.
Y, recordad, si veis algún error, avisadme.
¡Nos vemos!

lunes, 10 de septiembre de 2012

Cuestiones mágicas.

¡Hola, chicuelos y chicuelas!
Después del fin de semana de cumpleaños que he llevado, me gustaría compartir con vosotros algo que he estado pensando sobre unos cuantos cambios que voy a llevar a cabo en El Orbe, mi mundo de fantasía.

Veréis, es algo relativo a la magia.
Ocurría algo que no me acababa de convencer del todo. En un principio, la magia en El Orbe era sinónimo de religión: solo los sacerdotes podían lanzar poderosos hechizos. Aunque era algo original, llegué a odiar esta concepción por el simple hecho de que no me dejaba jugar demasiado con las fuerzas mágicas que pululan por este mundo, además de impedirme el desarrollo de algunos conceptos de la fantasía que me molan como es la aparición de liches.

Así que, dándole vueltas, he llegado a la conclusión de hacer la magia como en cualquier mundo de fantasía. Es decir: los sacerdotes usan la magia divina procedente del dios que adoran y, por la cantidad de dioses que hay en El Orbe (recordad que cada nación tiene a su Dios-Héroe), serán bastante variados.
Luego, existirán la gente con aptitudes para los círculos de magia que existen. Ahí, habrán dos tipos de usuarios de la magia: los magos, que son practicantes de las artes mágicas colegiados y registrados, cuyas habilidades se usan para el bien de la comunidad o del reino (por ejemplo: contratar los servicios de un hidromante para encontrar acuíferos subterráneos); y los hechiceros, bastante peligrosos ya que están sin registrar y se les trata como proscritos, usuarios de artes mágicas prohibidas como la nigromancia o la demonología.
¡Ah! Y recordad que en Ciudadela la magia está terminantemente prohibida.

Esto es lo que he pensado.
¿Qué os parece?

miércoles, 5 de septiembre de 2012

El rey leproso.

¡Hola, personillas!
Este domingo es mi cumpleaños, así que voy a celebrarlo por adelantado de la mejor manera que sé: escribiendo un post.

La Edad Media está llena de grandes figuras históricas. No es mi intención hacer una lista de ellas. Solo quiero fijarme en una que, para mí, es harto fascinante: Balduino IV de Jerusalén.
A muchos de vosotros os sonará este personaje por la película "El Reino de los Cielos".

Hijo del rey Amalarico I de Jerusalén, Balduino nació en el año 1161.
Su vida era la de un príncipe normal, lidiando con sus obligaciones en la corte y acudiendo a las clases que impartía su mentor, Guillermo de Tiro. Hasta que, un día, el obispo descubrió algo que cambiaría la vida de Balduino para siempre. El príncipe estaba jugando con sus amigos a un extraño juego: clavar las uñas en los brazos de los otros niños para ver quien aguantaba más el dolor. Todos se quedaron asombrados cuando le tocó a Balduino: por mucho que le clavaran las uñas, él no sentía dolor alguno. ¡Ni siquiera sangraba! Esto llamó la atención de Guillermo, el cual fue rápido a examinar al niño. Se llevó las manos a la cabeza tras terminar su análisis: el príncipe padecía la lepra.
En nuestros tiempos, la lepra es una enfermedad que se puede tratar y que solo reviste gravedad para quien la porta. En la Edad Media no era así. Existía la creencia de que la lepra era una enfermedad contagiosa e incurable. Aquellos que la padecían eran recluidos en un lazareto y la gente que los veía en las calles los trataba como si fueran muertos en vida.

Pero no pasó así con Balduino.
Su padre murió en 1174, siendo el príncipe todavía demasiado joven para reinar por lo que se eligieron a varios regentes. La enfermedad del joven no le auguraba una larga vida por lo que se comenzaron a firmar alianzas con otros estados para que el trono de Jerusalén no se quedara vacío.

En 1176, Baaduino alcanzó la mayoría de edad.
A pesar de su enfermedad, el nuevo rey era valiente, noble y sensato. Sabía que el reino que había heredado era como un castillo de naipes sobre un bloque de gelatina: una pequeña vibración y todo se iría al traste; y una de esas vibraciones era Saladino.
Saladino decidió avanzar con sus tropas cerca de Gaza en 1177. El rey leproso no se lo pensó dos veces y, con la ayuda del caballero Reinaldo de Chatillón, derrotó al ejército musulmán en la batalla de Montgisard. Un dato curioso de esta confrontación es que Saladino estuvo a punto de ser capturado de no ser por su guardia de mamelucos.
A raíz de esa batalla, Balduino firmó un tratado de no agresión con Saladino. El rey sabía que si el sultán asediaba Jerusalén, todo estaría perdido. Sin embargo, Reinaldo, apoyado por los templarios, no respetó el tratado al atacar una y otra vez a las caravanas de comerciantes musulmanes que viajaban hacia La Meca. Balduino no podía hacer nada y Saladino juró vengarse.

En 1180, Balduino casa a su hermana Sibila con Guido de Lusiñán el cual, para más inri, era colega de Reinaldo. Ante los ataque de Saladino por los saqueos llevados acabo por Reinaldo, Balduino nombró regente a Guido. Al igual que el caballero francés, Guido era de todo menos un buen gobernante, así que Balduino decidió destituirlo.

Tras la destitución de Guido, en 1183, Balduino tuvo que enfrentarse a su última prueba. Saladino inició un ataque a gran escala a Al Kerak, la fortaleza de Reinaldo. El rey lideró en persona al ejército de Jerusalén contra las fuerzas de asedio del sultán. Este, al ver la que se avecinaba, desistió del ataque y se retiró.
Esto supuso una inyección de moral para los cruzados. Pensadlo. Un hombre que padece una gravísima enfermedad es capaz de liderar a un ejército hacia la victoria contra el hombre más temido del mundo.

Estos esfuerzos estaban muy por encima de la fortaleza física de Balduino. La lepra lo había debilitado considerablemente. Estaba completamente ciego, su cara terriblemente desfigurada y había perdido varios dedos de las manos y de los pies.
En 1185, a los 24 años de edad, Balduino IV murió. Su valentía, su inteligencia y el hecho de haber tenido que gobernar aquejado de una gravísima enfermedad hizo que muchos le lloraran al oír la noticia de su muerte. Para muchos, fue el ejemplo de como debía de ser un buen rey.

martes, 28 de agosto de 2012

Hakaa päälle!

¡Hola, gentes!
Aquí estoy, una vez más, para ofreceros vuestra dosis recomendada de historia.

Seguro que cuando habéis leído el título de este post habéis pensado: "¡Qué Dios nos asista! ¡Platov se ha vuelto loco! ¡Habla en un idioma antediluviano!" Bueno, si para vosotros el finés es un idioma antediluviano, sí, me he vuelto loco.
Veréis, este post ha surgido de algo que se ha puesto de moda ultimamente en los juegos de estrategia. Sí, al igual que en otros géneros videojueguiles, en la estrategia también hay modas (¿recordáis cuando a todo el mundo le dio por hacer juegos ambientados en la Segunda Guerra Mundial?). No solo ocurre con alguna era sino, también, con civilizaciones y unidades. Ahora, si alguien saca un juego de estrategia sobre civilizaciones o algo así, pone a los suecos como facción jugable pero eso no es lo extraño (hacer un juego ambientado en el siglo XVII y no sacar a Suecia es un delito que debería ser penado con la muerte). No. Lo curioso es que a esta civilización le endosan de unidad única unos tipos de nombre impronunciable llamados "hakkapelitta".

¿Qué era un hakkapelita?
Bien, a eso voy.
Para explicároslo mejor, viajemos en el tiempo a la Guerra de los Treinta Años. Ya sabéis, los alemanes católicos comenzaron a tirarle los trastos a la cabeza de los protestantes. Estos últimos estaban indefensos ya que quien tuvo la idea de atacarles fue el mismísimo emperador. Todo parecía perdido para los protestantes hasta que de Suecia llegó un hombre: Gustavo Adolfo, rey de todos los suecos. Gustavo era un gran estratega y su nombre inspiraba temor en sus adversarios. Entre sus hombres, contaba con una unidad de caballería ligera muy especial: los hakkapelita.

Los hakkapelitta eran unos jinetes de origen finlandés, ya que por aquella época Finlandia formaba parte del reino de Suecia, que servían sin rechistar al rey sueco.
Su nombre deriva del grito de guerra que da nombre a este post, que traducido del finés significa algo así como "¡Despedazadlos!".
Esta unidad de caballería ligera era conocida por desconocer algunos términos como "piedad" o "clemencia". Tan salvajes como un cosaco o más, los hakkapelitta se lanzaban al campo de batalla sin dejar a ninguno de sus enemigos con vida. Algo normal si tenemos en cuenta que esta gente procedía de la zona más dura de toda Finlandia: la frontera con Rusia.
En la batalla de Oldendorf, en 1633, un mercenario escocés decía que los hakkapelitta masacraron a las tropas enemigas sin sentir ningún remordimiento. Los clérigos alemanes se encomendaban a Dios para proteger a las tropas cristianas de estos temibles jinetes.

Dado que eran caballería ligera, también eran usados para tareas de exploración. Su equipamiento era bastante simple, llevando solo como protección un casco de inspiración polaca (como los de los húsares alados) a finales de la guerra. Sus armas consistían en sables de caballería polacos o martillos de guerra.

Bueno, espero que os haya gustado este pequeño post.
¡Nos vemos!

domingo, 26 de agosto de 2012

Un pequeño paso para el hombre...

Me he enteré de la noticia ayer por la madrugada y quiero compartirla con vosotros.

Neil Armstrong, el hombre que realizó una de las más grandes hazañas en la historia del hombre como es pisar la Luna, ha muerto a los 83 años de edad.

Descanse en paz.

jueves, 23 de agosto de 2012

¿Rol con cartas? ¡Es usted un hereje!

¡Hola, personas!
Tras una semana sin publicar nada ya iba siendo hora de ponerse manos a la obra.
Para descansar un poco de la panzada de historia que os dí con el asedio a Malta, hoy voy a escribir un poco sobre el juego de rol steampunk que estoy creando: "1870". Me gustaría enseñaros poco a poco de que va a ir la cosa, así que haré una serie de post con historia de las naciones, razas, facciones y demás curiosidades.
Tranquilos. La historia volverá pronto gracias a una sugerencia de Albion y que, espero, redactar pronto: una lista con 10 batallas que deberíais conocer pero no será lo típico de Termópilas, Stalingrado y cosas así. Ya lo veréis...

Os voy a comentar un poco el sistema que voy a utilizar.
Al principio iba a usar FUDGE, un sistema que te permite crear tus juegos de rol con el mínimo esfuerzo. El problema es que, visto lo visto, no me da ese sentimiento victoriano que yo quería darle a mi juego.
Pensé en otros sistemas hasta que me topé con el de "Castle Falkenstein" y me dije para mí: "¡Ese es el que necesito!"
El sistema de Falkenstein es un pelín curioso: en lugar de usar dados, usa una baraja inglesa. ¡Vamos! La baraja de póker de toda la vida. Cada palo representa a varias habilidades englobadas en una misma categoría.

Así es como quedan en mi juego:

-Picas=Habilidades Físicas: atletismo, pelea, esgrima, etc.

-Tréboles=Hab. Manuales: artesanía, reparaciones, pintura, etc.

-Corazones=Hab. Sociales: oratoria, etiqueta, juegos, etc.

-Diamantes=Hab. Mentales: ciencia, voluntad, poderes psíquicos, etc.

El sistema basa la destreza de las habilidades en una palabra equivalente a un número, igual que en FUDGE (Ej.: Bueno=5).
El jugador escoge las habilidades que cree que necesitará su personaje. No poner una habilidad en la ficha de tu personaje no significa que este la desconozca. Puede usarla pero su valor por defecto será "Mediocre" o "Pobre".
El funcionamiento es simple: si se saca una carta equivalente al palo al que pertenece la habilidad, se suma el valor total de la carta a la hab. Si no, solo se suma 1. Los comodines permiten sumar 14, sea el palo que sea.
El objetivo, como en todo juego de rol, es sacar un resultado igual o mayor que el que se pide. Si es mayor que la mitad del resultado del objetivo, es considerado crítico. Si es menor que la mitad del resultado del objetivo, se considera pifia.

Puede resultar lioso en un principio pero este sistema permite cosas como que los jugadores sean más tácticos a la hora de manejar las cartas que tienen en las manos. Además, el resultado no depende del devenir caprichoso de un dado sino de la astucia del jugador.

En este sistema no hay niveles. Es la práctica lo que hace que los personajes aumenten sus habilidades, algo quizá más realista. Si un inventor, por ejemplo, consigue terminar su creación habrá aprendido algo en el proceso, por lo cual puede subir su habilidad de "invención" un punto.
Sí, lo sé, puede resultar bastante subjetivo. ¿Cuándo saber que un personaje puede mejorar sus habilidades? Todo depende de la buen fe del máster y del jugador.

Y hasta aquí he llegado.
¿Qué os parece?
Sed sinceros.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Entrevista en la boca del lobo.

¡Hola, gentes del lugar!
Lo que vais a leer a continuación es un relato basado en el universo del RPG steampunk que estoy fabricando: "1870". Esta historieta surgió a raíz de un comentario en Subcultura de dos grandes colegas, Albion y Paw, que me pedían alguna historia relacionada con este universo. Si consigo hacer el manual, formaría parte de él.
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Axel Higgings no se lo podía creer.
En sus años de periodista para "The Times" nunca había tenido una oportunidad como esta. Se había hecho famoso por ser uno de los pocos periodistas que pudieron ver la caída de la capital confederada, Richmond, a bordo del USLS "Restoration", uno de los primeros ironclads terrestres de la Unión. La emoción de aquel acontecimiento no tenía nada que ver con lo que había conseguido el martes pasado.

Mientras estaba en su mesa de trabajo acabando un artículo sobre los últimos enfrentamientos entre la Confederación Prusiana y el reino de Baviera, un chaval de unos doce años se le acercó. Le preguntó si era Axel Higgings. El periodista contestó afirmativamente a la pregunta, extrañado porque un chico con la cara llena de mugre y su ropa hecha de retales estuviera en el interior de las lujosas oficinas del periódico más prestigioso del mundo. "Esto es para usté", dijo el jovenzuelo a la vez que le daba una carta. Higgings preguntó que quién se la había dado. El chico se encogió de hombros: "Una señorita mu' rara", contestó, "Me dijo que se la diera a usté". Axel arqueo una ceja en señal de incredulidad. Le dio al joven un penique por las molestias y este se marchó contento: "Gracias, señor", dijo.

Axel vio la carta: no tenía remite. Tan solo ponía: "Para el Sr. Axel Higgings, sección de Noticias Internacionales de The Times".
El periodista la abrió. Desplegó el papel y leyó: "A las 01:00 de la madrugada en la entrada de Hyde Park. Venga solo. No intente nada extraño, le estaremos vigilando. Él quiere hablar con usted". No había nada más, excepto un sello, un sello que hizo que el corazón le latiera a Higgings con la fuerza de un motor de vapor. En el centro del sello estaba representada una mano cubierta por un guantelete negro, como el de las armaduras medievales, y sujetaba con fuerza un puñal. Se podía leer la siguiente frase alrededor de él: "Al corazón de los tiranos".
"¡¿LA MANO NEGRA?!", pensó Axel.
La Mano Negra: la sociedad secreta anarquista cuyas acciones revolucionarias habían conmocionado a todo el mundo: el bombardeo de Versalles, el intento de asesinato de Bismarck o la bomba que un grupo de obreros se encontró en las obras de remodelación del Parlamento.
Axel sabía a quien iba a entrevistar: Marko Kradiç. El misterioso aristócrata de origen serbio era el líder de tan pérfida organización. Era buscado por todos los servicios de seguridad de los grandes imperios pero nadie había logrado dar con su paradero exacto. Hasta ahora. El periodista vio una oportunidad de oro y la fama que le reportaría tal entrevista lo catapultaría hacia la leyenda.

Eran las 01:00.
Como siempre, la niebla cubría los verdes árboles que decoraban Hyde Park. Axel esperaba impaciente en el lugar donde ponía la carta. Había preparado una serie de preguntas que llevaba apuntadas en su block de notas. Estaba preocupado por si alguna de ellas ofendía a Kradiç y cuales serían sus represalias hacia su persona. De repente, vio venir un carruaje. Se paró delante suyo. El cochero bajó, saludó a Axel con un toque de su gorra y abrió la puerta. Del interior bajó una mujer joven. Iba bien vestida. Sus ojos eran azules y su pelo rubio, recogido en un moño. En el interior del carro se había quedado alguien. ¿Kradiç? "No", pensó el periodista. El líder de la Mano Negra no se expondría al peligro por una simple entrevista.
-¿El señor Axel Higgings?- preguntó la mujer. Hablaba con un marcado acento de Europa del Este.
-Sí... Sí, soy yo- respondió Axel, muy nervioso.
-Soy Alexandra Kradiç, esposa del señor Marko Kradiç- esto sí que era bueno, pensó el periodista. El hombre más siniestro del planeta estaba casado- Por favor, si es tan amable de acompañarme.
-¿Su esposo no ha venido?- preguntó Axel.
-No- respondió la mujer- Quiere encontrarse con usted dentro de su "emplazamiento secreto", para evitar algún peligro.
Los dos se montaron en el carruaje. La persona que se había quedado en el interior llamó la atención a Axel. Era un hombre bajito, de complexión fuerte, cuyas manos, cuello y todo resto de piel que dejaba ver su traje estaba cubierta de pelo. Sus ojos eran como los de un animal y sus dientes, afilados. "¡Un mutante!", pensó el periodista.
La mujer hizo un gesto a la criatura. Este sacó un pequeño estuche. Al abrirlo, Axel vió una jeringuilla y un frasco. El mutante llenó la jeringuilla con un poco del líquido que contenía el frasco.
Axel se hizo hacia atrás en su asiento con gesto de horror.
-Tranquilo- dijo la mujer- No se preocupe. Es solo una medida de seguridad para que no pueda deducir donde está nuestra base de operaciones. Además, antes de ser mutado, Frederik era médico.
El mutante estiró el brazo de Axel y lo remangó, sin que el periodista ofreciera ningún tipo de resistencia. Pinchó en una vena e inyectó el líquido. El periodista volvió a ponerse bien la manga. Unos pocos minutos después, se sintió adormecido hasta que sus ojos se cerraron por completo.

Axel se despertó de golpe.
Sintió como si hubiera dormido una eternidad. Poco a poco, se dio cuenta de que ya no estaba en la calesa. Estaba sentado en un sillón, en el interior de un salón bastante acogedor, iluminado tan solo por el fuego de una chimenea.
-¿Se encuentra bien?- preguntó una voz de hombre, también con un marcado acento del este.
-Sí- respondió Axel, sin saber todavía donde estaba su interlocutor- Creí que jamás despertaría.
El periodista vio a la mujer al lado de un hombre y ya se dio cuenta de que no estaba solo. Estaba sentado. Sus largas piernas estaban cruzadas para estar más cómodo. Su piel, blanca como la nieve, contrastaba con su pelo negro como el carbón. Iba elegantemente vestido. Axel se quedó con la boca abierta al saber quien era ese personaje.
-¡Vaya! Parece que no debo presentarme, ¿verdad, señor Higgings?- dijo Kradiç con una sonrisa en su cara.
-Esto... Yo... Verá... No sé que decir...- continuó Axel.
-¿No tiene una entrevista que hacerme? He consultado sus preguntas mientras usted dormía y me han parecido buenas. Por favor, le pido perdón por haberlo dormido y por haber cogido sus pertenencias sin permiso. Es por, ya sabe, seguridad. Tranquilo, todo está otra vez en su sitio.
Axel se hechó mano al bolsillo de su chaqueta y, menos mal, allí estaban su cuadernillo y su pluma. Los sacó con cierto nerviosismo.
-Bueno, señor Kradiç. Es un honor que haya pensado en mí para realizar esta entrevista- dijo Axel.
-No todo el mundo diría lo mismo- contestó Kradiç.
-Eh... Sí... Bien, le haré la primera pregunta.
-Cuando quiera- Kradiç dijo esto mientras hacía un gesto con la mano a Alexandra. Esta salió de la habitación.
-Bien, ¿qué es lo que persigue la Mano Negra? ¿Cuál es su objetivo?
-La Mano Negra busca la unidad de todos los pueblos. Para ello, ataca a aquellos que hacen todo lo posible para acabar con la libertad y la paz: los gobiernos de las naciones. Solo eliminando a los llamados "líderes", la humanidad podrá vivir en paz y en hermandad, sin nadie que le diga que debe de hacer.
-¿Eso quiere decir que quiere acabar con el orden establecido, verdad?
-Si por "orden establecido" se refiere a los sistemas de gobierno impuestos por una minoría, sí. Lo que queremos es que sea el pueblo quien imponga su orden sin necesidad de redactar reglas que los opriman.
-Pero eso es caer en la anarquía, ¿no? La gente se mataría entre ellos.
-No, se equivoca, señor Higgings- recalcó Kradiç- La humanidad puede autorregularse sin necesidad de reglas absurdas, simplemente con la costumbre y el saber hacer.
-Y para alcanzar su objetivo no importa la muerte de docenas de inocentes, ¿verdad?
Kradiç aclaró su garganta.
-Esa pregunta me incomoda pero le he dicho que respondería a todas ellas. Es una pena que muera gente inocente, la gente a la que nosotros protegemos, pero en toda lucha hay que hacer sacrificios.
-¿Está diciendo que el fin justifica los medios?
-No. Estoy diciendo que es una lástima que muera alguien que no tenga nada que ver con nuestra lucha. Si yo fuera un nuevo Maquiavelo, ahora mismo todas las capitales de estado estarían reducidas a cenizas.
-Bien, señor Kradiç. Pasemos a la siguiente: ¿cómo es posible que la Mano Negra sepa todo lo que hacen los gobiernos mundiales? Me refiero, entre otras cosas, al robo de los planos de las fortalezas aéreas prusianas.
-Tengo ojos y oídos en todas las instituciones. No sabe usted la cantidad de militares, funcionarios y sirvientes que odian al gobierno para el que trabajan.
-Me hago una idea-dijo Axel- Otra pregunta: la gente contra la que lucha tiene familia. ¿Qué hará con ellas si consigue sus objetivos?
-Si cree que las voy a meter en un campo de trabajo como hacen los rusos con sus disidentes está usted equivocado, señor Higgings. Pienso tenderles la mano y demostrarles que sus ilustres familiares estaban equivocados. Nadie será excluido.
-Vale. Ahora la última y más importante de las preguntas: ¿cómo es posible que el hijo de una familia aristocrática sea anarquista y el mayor criminal del mundo? Perdone si le he ofendido al llamarle "criminal".
-Tranquilo, le perdono- dijo Kradiç- Verá, mis padres eran unos monstruos. Su pertenencia a una clase social tan elevada les hacía creer que estaban por encima de los demás. Debía de haber visto como trataban al personal de servicio: como animales. Yo no podía soportar eso. A través de unos amigos de la universidad, asistí a reuniones de un grupo anarquista. Me gustaban sus ideas pero no me gustaba la forma en que las ejecutaban. Mire, si quiere mandar a un pobre diablo a inmolarse con un cinturón de explosivos al centro de una plaza completamente vacía, hágalo, pero será recordado como el mayor asesino de la historia. Pensaba que había otra manera sin que nuestros camaradas murieran en el intento.
-¿Y así fue como nació la Mano Negra?-preguntó Axel.
-No- dijo Kradiç- La Mano Negra nació a raíz de un incidente en mi vida personal.
-¿Puede contarlo?
-Sí- Kradiç se puso serio- Creo que ya conoce a mi esposa.
-Sí- contestó Axel.
-Pues ella fue la causa de que comenzara todo esto. Antes de ser mi esposa, era una de las empleadas de mi madre. Cuando Alexandra llegó por primera vez a mi casa, me enamoré perdidamente de ella. En secreto, sin que mis padres se dieran cuenta, le declaré mi amor. Ella me besó. Nuestro romance era un secreto. Quedábamos por las noches en el cobertizo donde mi padre guardaba su faetón a vapor. Hasta que, una noche, mi madre nos descubrió y ya se imagina como se puso, ¿verdad? Cogió a Alexandra del pelo y la llevó a los establos. Allí cogió uno de los látigos para azuzar a los caballos y...- en ese instante, Axel vió como Kradiç se emocionaba y una lágrima caía por su frío rostro- ¿Sabe lo que es ver al amor de tu vida sufrir sin que tú puedas hacer nada? Treinta latigazos. Mi madre hizo que lo viera todo. Y allí la dejó, como un pobre animal. Curé sus heridas lo mejor que pude porque sabía que mi madre no llamaría a un médico.
Y allí fue donde nació la Mano Negra.
Mi padre, al enterarse de la noticia, comenzó a enviar cartas a una de las academias militares prusianas más exigentes para meterme en ella.
La noche antes de salir para Berlín, quedé en secreto con Alexandra. Había vuelto a vivir con sus padres. Le dije que tuviera hecho su equipaje para la mañana siguiente. Yo fui al lugar clandestino donde los anarquistas celebraban sus reuniones. Detrás de un armario, en un cuarto secreto, guardaban explosivos.
Fui al cobertizo del faetón de mi padre. Allí, rompí los cartuchos y los mezclé con el carbón.
A la mañana siguiente, nos preparábamos para irnos. Yo había hecho mi equipaje pero no para viajar a Berlín. Con la excusa de que me había olvidado algo en mi cuarto, me escapé.
Lo último que vi de mis padres fueron sus pedazos volando, junto con el cobertizo, cuando me alejaba del lugar.
A partir de ahí, mis contactos y la fortuna robada a mis padres hicieron el resto.
-Bu... Bueno-Axel estaba con la boca abierta- Creo que ya tengo todo lo necesario.
-¿Ha terminado ya la entrevista?-dijo Kradiç con cierto sentido del humor- Ha pasado el tiempo volando.
-Eh... Sí...-dijo Axel- Gracias por su tiempo, señor Kradiç.
-De nada, senor Higgings. ¡Ah! No se preocupe. No le dolerá.
-¿El qué....?- Axel no pudo terminar la frase al sentir un pinchazo en el cuello. Se giró y vio otra vez a Frederik, el mutante, con una jeringuilla en su mano derecha.
Axel cayó dormido la suelo.

Volvió a despertarse.
Esta vez, estaba en su casa, con el pijama puesto y todo.
Tenía la lengua seca y la sensación de que la entrevista con Marko Kradiç solo fue un sueño. Se levantó rápidamente, algo mareado, y fue veloz hacia el perchero donde estaba colgada su chaqueta. Tanteó y... menos mal. Su cuaderno seguía allí. Lo abrió y vio todas las anotaciones que había hecho durante la entrevista.
Parece que arriesgarse por ello mereció la pena.

FIN