viernes, 21 de diciembre de 2012

Un viaje inesperado.

¡Hola, camaradas!
¡Ah! Hace tiempo quería criticar alguna película pero no veía la ocasión de hacerlo. Esta situación llegó a su fin el miércoles pasado, por la tarde, cuando fuí a ver "El Hobbit: Un Viaje Inesperado".

Mira que profesional se ha vuelto Platov. ¡Ya cuelga imágenes!


Me encanta "El Hobbit".
Me refiero al libro. De todos los escritos por Tolkien es con el que más disfruto e, incluso, me parece mejor que "El Señor de los Anillos". ¿Por qué? Por ese aire a cuento infantil de toda la vida pero que puede ser leído tanto por niños como por adultos.
Esta fue una de las preguntas que me hice antes de entrar al cine: ¿conseguirá la película mantener ese feeling?

La respuesta: sí.
"Un viaje inesperado" mantiene ese aire de cuento de hadas que tanto me gusta. Los personajes, las canciones, la atmósfera de fantasía, todo está intacto en la película para que el espectador que haya leído el libro, y el que no, disfrute con la historia.
Claro está, Peter Jackson se ha tomado sus licencias. ¿Es eso bueno o malo? En mi opinión, creo que no es malo pero tampoco es bueno.
Me explicaré mejor: al igual que a la hora de adaptar ESDLA, pasar del papel a la gran pantalla una obra de tal calibre es harto complicado. No se puede contar todo pero tampoco hay que reducirlo todo ya que se correría el riesgo de simplificar la historia. Creo que esta fue una de las razones por las que el señor Jackson decidió partir el libro en tres partes. Sí, será una forma de sacarnos más los cuartos pero, gracias a ello, se ha conseguido contar la mayor parte posible de la historia.
Los personajes también están bien definidos. Al principio, cuando vi las primeras imágenes de la película, no me gustaba mucho el aspecto de alguno de los personajes como Thorin (creedme, Thorin es mi personaje favorito). Sin embargo, al verlos en movimiento, la cosa mejoró. Cada uno de los enanos tiene su propia personalidad, incluso más marcada que en el propio libro.
Ver al rey trasgo en pantalla fue una gran alegría: era tal y como me lo imaginaba cuando leía el libro.
Además, la mayoría de los diálogos son calcados del libro aunque algunos han sido adaptados para la película.


Pero toda obra de arte es imperfecta.
"El Hobbit" tiene algunas cosas que, sinceramente, no me gustaron demasiado. A nivel de historia, la presencia de Azog me parece metida con calzador.
Para el que no lo sepa, este personaje no aparece por ningún sitio en la novela. Si se quiere ver a este rey orco, hay que ir a los apéndices que acompañan a "El Retorno del Rey", donde se explica que este tipo se enfrentó a los enanos por el control de Moria. Creo que Jackson buscaba meter a un villano más dinámico que el propio Smaug, el cual no saldrá hasta las siguientes películas. Me parece un gran error.
Por cierto, su diseño me recordó al de Gotai del "Heroes V". ¿Coincidencia?


Arriba, Gotai, caudillo orco del "Heroes V: Tribes of the East".
Abajo, Azog tal y como sale en "El Hobbit: Un Viaje Inesperado".

Otro grave error lo encontramos a nivel tecnológico.
Me estoy refiriendo a eso de rodar la película en 48 fps. Sí, la sensación de movimiento es más fluida y todo eso pero hay momentos de la película en la que por culpa de esta tecnología la imagen se ve algo borrosa, lo que perjudica en demasía la visión de los espectaculares escenarios que pueblan el film.

En conclusión, "El Hobbit" es una buena película con sus defectos.
Si se quiere pasar un rato agradable lo mejor es olvidar en parte la historia del libro original y ver el largometraje como la versión de esta épica historia del director.

lunes, 17 de diciembre de 2012

En el nombre de Occidentia.

¡Hola, chicuelos!
Bienvenidos otra vez a "El Correo del Atamán", el único blog en el que no aparece ninguna ilustración y que, sin embargo, recibe fan arts.
¿Por qué digo esto?

Vereis, Fabián, gran colega mío y culpable de que me aficionase al rol, es un gran dibujante. Ahora está probando con Photoshop y no se le ha ocurrido otra cosa que, sabedor de la existencia de El Orbe, hacer este pequeño fotomontaje:
Un auténtico minuteman de Occidentia dispuesto a reventarle la cabeza a todo aquel que intente invadir su país.
¡Muchas gracias, Fabián! ¡Que el espíritu del Patriota Desconocido guíe tus disparos!

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Rey y León.

¡Hola, amantes de la historia!
Después de este largo paréntesis debido a circunstancias académicas, vamos a darle de lleno otra vez a todo lo relacionado con la historia de la humanidad.
El tema del post que vais a leer fue sugerido por Bretema. Hoy, vamos a conocer a una de las grandes figuras del siglo XVII: Gustavo Adolfo II de Suecia, el León del Norte.

Aviso: prohibido leer este post sin esta canción de fondo.


A inicios del siglo XVII, Suecia no era ni por asomo una gran potencia. Tan solo ocupaba un lugar importante en el norte de Europa gracias a sus contactos con la todopoderosa Liga Hanseática.
Sin embargo, esta situación cambió cuando el rey Carlos IX murió en 1611. Su hijo, Gustavo Adolfo, heredó la corona sueca a la edad de 16 años, siendo coronado en 1617 al cumplir la mayoría de edad.
El estado en el que el joven rey había heredado el trono era lamentable: Suecia estaba en una guerra interminable con Polonia debido a que su rey, Segismundo III, también era heredero directo al trono sueco. Además, a los daneses se les había metido entre ceja y ceja reconquistar los antiguos territorios suecos que pertenecieron en el pasado a la corona danesa. Sumadle a eso que el ejército sueco de principios del XVII era el más atrasado de Europa.
Pero Gustavo demostró ser una persona digna de su cargo. Había sido educado en el arte de la guerra desde pequeñito, lo que le reportó grandes conocimientos a nivel táctico y estratégico. Como dato curioso, también le gustaba la cultura clásica, pudiendo hablar y escribir perfectamente en latín y en griego.

Lo primero que hizo fue remodelar por completo el anquilosado ejército sueco, tomando el testigo de su padre, el cual intentó iniciar esta reforma. En esta época, el ejército sueco usaba el mismo sistema de tercios que el ejército español. Sin embargo, el paso del tiempo demostró que esta forma de hacer la guerra estaba ya obsoleta. Padre e hijo se fijaron en el sistema holandés de combate, el cual aprovechaba mejor las nuevas tecnologías militares de la época: creación de milicias, tácticas de artillería avanzadas, nuevos tipos de formaciones, etc. Así, cuando Gustavo heredó el trono, envió a sus mejores generales a Holanda para aprender estas nuevas técnicas, así como compró armamento y mercenarios al país de los tulipanes.

La primera gran prueba para nuestro protagonista fue la guerra contra Polonia.
No quiero pararme a contar batalla por batalla así que lo haremos rápido. Dejando al lado el hecho de que el rey polaco podía optar a heredar el trono sueco, Gustavo convirtió esta guerra en una lucha entre protestantes y católicos. Aislar a Polonia era fundamental y parecía que la cosa iba a funcionar ya que el nuevo ejército sueco era imparable. Por desgracia, Danzig jamás cayó a manos suecas por lo que la guerra no fue un triunfo aplastante. Lo peor llegó cuando el Sacro Imperio envió tropas para ayudar a las ciudades polacas católicas que habían sido asediadas por los suecos.
Como veis, esta fue la antesala de la Guerra de los Treinta Años.

Suecia formaría parte del bando protestante en esta guerra interminable en el año 1628.
No obstante, Gustavo ya visitó Alemania en 1620 para casarse. Su estancia en este país fue la piedra de toque para sus reformas militares. A su vuelta a Suecia, Gustavo redujo el número de soldados de una compañía a 150 y publicó sus "Artículos de Guerra" para acabar de una vez con la indisciplina que campaba a sus anchas por el ejército sueco.
Tras las conquistas de los principados alemanes protestantes por parte de los católicos alemanes, Gustavo decidió que ya era hora de darle una lección a los Habsburgo. Se alió con estos principados y con algunos de los enemigos de la corona hispano-alemana en Europa. Pasmáos, pues Suecia recibió ayuda económica en 1629 del mismísimo cardenal Richelieu.

El 25 de junio de 1630, Gustavo desembarca en Alemania. Cuenta la leyenda que el mismo día en que ocurrió esto las nubes se transformaron en guerreros que luchaban en encarnizadas batallas y que los niños que nacieron en ese momento lo hicieron con graves malformaciones.
Aunque esto sea más bien producto de la imaginación, no es de extrañar que la llegada de Gustavo a Alemania supuso un gran cambio en la guerra. El avance sueco era imparable.
Sería en la batalla de Breitenfeld, el 7 de septiembre de 1631, donde Suecia demostraría su nueva capacidad armamentística, aniquilando al ejército católico y abriendo las puertas del país al rey sueco.
En 1632, Gustavo controlaba todo el curso del Danubio a su paso por Alemania. Estas conquistas imparables fueron las que le dieron el apodo del "León del Norte".

Sin embargo, Gustavo encontró la horma de su zapato en Albrecht von Wallenstein, el mejor mariscal con el que los ejércitos imperiales podían contar. Nuestro protagonista, como buen estratega, sabía que debía de tomarse a este personaje muy en serio. En la batalla de Nuremberg, Gustavo conoció su primera derrota a manos de este gran militar al no poder acabar con los campamentos que los alemanes habían levantado alrededor de esta ciudad. Para colmo, Wallenstein se las ingenió para cortarle la retirada a los suecos invadiendo a Sajonia, uno de los estados aliados con Gustavo.

El fin llegaría en la batalla de Lützen, el 22 de junio de 1634.
Aunque el ejército sueco ganó esta batalla, Gustavo no pudo ver la victoria de sus hombres. El "León del Norte" hacía gala de su epíteto: valiente y decidido, siempre quería estar en primera línea de combate. Otra de sus máximas era que ninguno de sus hombres sería abandonado si él podía ayudarlo. Esa fue su perdición. Viendo que una de sus compañías de infantería estaba demasiado expuesta al enemigo, decidió liderar una carga de caballería para protegerla. Sin embargo, al ir en la punta de la carga, era un blanco demasiado fácil para un buen tirador. Un disparo le atravesó el brazo, otro hirió a su caballo y un tercero le acertó en la espalda, cayendo de su montura y siendo arrastrado por esta unos metros al quedarse uno de sus pies enganchado en un estribo.

El león había sido cazado pero su rugido siguió oyéndose a lo largo de los siglos.